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ELEMENTOS ARQUITECTÓNICOS - textos reflexivos sobre la caja de herramientas con la que uno diseña arquitectura

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Oct 4, 2024
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Oct 4, 2024
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Mar 28, 2024
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un vestíbulo

October 4, 2024

El vestíbulo es un espacio de pausa.

El vestíbulo es una recepción.

E vestíbulo es un espacio para dar la bienvenida a la casa a una visita.

El vestíbulo es un espacio de protocolo; Ahí se intercambian gestos de reconocimiento entre el habitante de la casa y la persona que lo visita.

El vestíbulo se vuelve un espacio de observación; Desde ahí se puede ver el resto de la casa sin invadir la casa aun.

El vestíbulo es un gesto introductor, te introduce a la casa manteniendo su propia distancia.

El vestíbulo es un espacio de transición, un espacio cuya función es permitirte dejar cosas atrás antes de penetrar a la intimidad de una casa.

El vestíbulo es una extensión del acceso. Puede que ya estes adentro de la casa, pero no haz aun penetrado la esfera intima de la casa.

El vestíbulo enmarca la intimidad de una casa (intimidad que no le pertenece al vestíbulo).

Un vestíbulo vacío suele ser muy impactante, hace la pausa espacial más extensa.

Un vestíbulo iluminado por una ventana arriba o al lado de la puerta por la que entraste te recuerda lo cercano que estás de donde venias.

En vestíbulo con una mesa con un florero con flores frescas en un gesto muy elegante de bienvenida.

Un vestíbulo con una banca y un perchero es muy útil.

Un vestíbulo con una silla suele ser señal de que quizá tengas que esperar un par de minutos antes de que te atiendan.

Hay vestíbulos muy compactos, que funcionan como embudos para filtrar condiciones exteriores y pasarte a la amplitud de la casa.

Arte en las paredes de un vestíbulo tiene la función de entretener la espera. No es arte con el que los habitantes de la casa convivan de manera cotidiana.

Un vestíbulo con una mesa lateral llena de correo me da ansiedad. Siento que el dueño de la casa no ha querido enfrentar a los aspectos tediosos pero prácticos de la vida cotidiana. Mantener el correo sin abrir en el vestíbulo es mantener lo inevitable a distancia del refugio que es interior profundo de la casa.

Un vestíbulo con una mesa lateral llena de fotografías familiares me parece indiscreto.

Un vestíbulo con un paraguas secándose me parece una señal de vitalidad, una muestra de un refugio que acaba de recibir a sus habitantes.

Un vestíbulo con una mesa lateral con una lámpara prendida sobre ella me parece un gesto cálido.

Me gusta cuando el piso exterior penetra hasta el vestíbulo. Dicho gesto, me parece, reconoce el umbral de transición entre el afuera y el adentro de una casa.

Me gusta cuando el vestíbulo, todo lo que su espacio y su función implica, ocurre al exterior, justo antes de atravesar la puerta de acceso al interior de la casa. Eso implica que se ha considerado nuestra visita, que se ha hecho espacio y se ha hecho un gesto de bienvenida, inclusive antes de tener que entrar a la casa. Eres bienvenido por adelantado.

Un carismático jardín es el mejor vestíbulo para una casa que me puedo imaginar.

Mi primer visita a un edificio como estudiante ya de arquitectura, lo cual volvía la visita en una lección, fue al Museo Kimball de Louis Kahn. Lo que más recuerdo de la visita fue llegar a él. Me sorprendió el contexto, una zona residencial de los suburbios americanos, con casas de un nivel rodeados de pasto. El museo mantenía estas características. Primero caminé por un campo amplio de pasto. Luego atravesé una superficie de grava suelta con varios arboles pequeños situados entre ellos a distancias precisas. Finalmente, me paré debajo de una de sus bóvedas, en este caso una bóveda vacía, en donde un pequeño rayo de luz se filtraba lateralmente marcando una linea en el piso que uno debía cruzar para entrar al edificio. Nunca me había sentido tan consciente de entrar a un edificio. Cada gesto arquitectónico parecía estar ahí para marcar un umbral más entre exterior e interior. Por primera vez estuve consciente de la experiencia de entrar a un espacio. Cruce el umbral del exterior para descubrirme diferente en el interior.

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una puerta

September 12, 2024

Una puerta es una apertura velada.

Una puerta es una invitación, críptica quizá, pero siempre insinuando una posible bienvenida.

Una puerta es un dispositivo de transición, espacial pero también atmosférica.

Una puerta es un umbral. Una vez que la atraviesas, pasas a otro espacio.

Una puerta provoca curiosidad. Uno no puede dejar de imaginar que existe detrás de ella.

Una mirilla es el ojo de la puerta. Un ojo disparejo, transformador, manipulador, e impreciso.

Una manija es la mano de la puerta, invita al contacto.

Las campanas sobre las puertas son ductos de comunicación. Nos anuncian a la distancia.

Una puerta se abre y se cierra. Dar acceso es su esencia.

A la puerta se le toca.

Una puerta es una seductora, busca nuestro contacto.

Una bisagra es la articulación de una puerta, lo que la permite moverse, por lo tanto, lo que la permite cumplir con su función: abrirse.

El peso de una puerta, cuando la empujamos para hacernos paso, afecta nuestro sentido de expectativa al nuevo espacio al que estamos accediendo.

Una puerta pesada nos ofrece resistencia, nos exige empujarla con el peso de nuestro cuerpo, forzando que la reconozcamos, por ende, como un objeto con su propia corporalidad.

Una puerta ligera, al contrario, resulta un poco caprichosa. Su presencia es mas excusa que funcionalidad. Cede pronto, a nuestro mínimo esfuerzo, con un poco de pena. Quizá su ligereza es una señal de timidez, y se sale del camino con facilidad para evitar ser demasiado un estorbo.

Una puerta ruidosa no rechina para quejarse, sino para anunciar su propia presencia. No le gusta pasar desapercibida y gritara para llamar la atención.

Una puerta sólida es contundente, enigmática y misteriosa.

Una puerta esbelta es individual; Una puerta ancha es colectiva. La proporción de una puerta se obtiene, toma sentido, en relación al cuerpo humano parado en frente de ella. Su proporción es comparativa, siempre, con el cuerpo y no con el edificio.

Una puerta pequeña dentro de una puerta más grande ofrece intimidad. La puerta pequeña es para uno, la grande será para otros.

Una puerta en una esquina es funcional, sutil; una puerta en el centro de un espacio es protagonista, ceremonial.

Una puerta de cristal es más ventana que puerta. Su función de separar dos espacios tangibles se ve, o más bien, se ve desaparecer en su misma presencia. Su condición de barrera entre espacios se ve cuestionada por su transparencia.

Las puertas abatibles invaden el espacio con su apertura. Las puertas corredizas se deslizan antes de invadir el espacio. Son penosas, se guardan al abrirse.

Las puertas dobles son generosas. Hacen espacio cuando se necesita y lo hacen en un gesto de solidaridad simétrica.

Las puertas esbeltas y altas adquieren una referencia humana, una verticalidad que espejea al ser humano.

Las puertas chaparras son exigentes. Nos provocan a agacharnos y por lo tanto las atravesamos con una pizca de humildad.

Las puertas de madera que se han torcido con el tiempo y las temporadas se rehusan a entrar con facilidad a su marco me parecen temperamentales, pero aprecio que tengan carácter y que no les parezca necesario mostrarlo todo el tiempo.

Las puertas de tambor de madera deberían ser pensadas como instrumentos musicales. Su interior hueco debería ser aprovechado para hacer resonar nuestro toque, así golpearlas se volvería innecesario.

Las puertas de acero oxidado son para castillos o para puertas de servicio. Son simultáneamente imperiales y corrientes, duraderas y carrozas, contundentes y en deterioro, solidas pero manchadas.

Me imagino una puerta de latón que va registrando cada tacto, cada huella digital que hoza tocarla. Sus manchas serían evidencia de nuestra intimidad con ellas.

Las puertas de madera me parecen humildes pero llenas de dignidad. Traen puesto el esfuerzo del carpintero. Supongo que también contienen la postura filosófica del propio carpintero sobre su misma materialidad. Algunas puertas son reforzadas con estructuras esqueléticas con la intención que sea su recubrimiento el que da la cara, como una piel sensible que permite ser tocada con delicadeza. Pero también hay puertas macizas, ensambladas con tal astucia que no se distingue entre el esqueleto y la piel, la madera resulta ser el cuerpo entero.

Hay ocasiones que una puerta ha sido astutamente ubicada en una esquina con doble apertura para nunca dejar de ser útil.  Dichas puertas pueden moverse o girar de un hueco a otro para siempre permitir un paso pero al mismo tiempo permanecer, en el hueco opuesto, cerrada. Puertas duales, abiertas y cerradas al mismo tiempo simplemente por ocupar una esquina conformada por dos huecos.

Hay algo considerado en las puertas abatibles que no invaden el espacio al que se abren, fenómeno que ocurre cuando su propio marco es de la misma profundidad que el ancho de la puerta. Así, la especialidad de transición, su abatimiento, se contienen en su mismo marco y por lo tanto la misma puerta se guarda en si misma.

Una puerta abierta genera un pasillo invisible pero contundente. Es al pasar la puerta, en toda su apertura, en toda su extensión, que nos introducimos al otro espacio. La puerta es umbral. Su abatimiento construye un espacio intermedio, un espacio de transición entre de donde venimos a donde vamos.

Hay puertas con pequeñas ventanas integradas a su superficie. Dichas puertas me parecen cautelosas y funcionales. No abren todo su cuerpo si no es necesario. Abren tan solo su ventana si el intercambio entre la persona adentro y la persona de afuera no requieren más que el contacto visual y auditivo.

Las puertas con una ventana circular a la altura de los ojos me hacen sentir que estoy en un tipo de nave asomándome al resto del universo.

Me gustan las jabladeras que abarcan la altura completa de la puerta. Me parece un gusto democrático.

Las puertas con cerrojo al piso para mantenerse en un lugar fijo me hacen pensar en adultos mayores que requieren de apoyo. Supongo que las puertas también necesitan de bastones y quizá hasta de muletas.

Las puertas que corren sobre ruedas o sobre rieles me parecen atléticas. Hacen que su movimiento se vea ridículamente fácil.

Las puertas de cristal, si colindan con cristales fijos, me parecen engañosas. Prefiero enmarcarlas con marcos de maderas espesos para hacer notar su transparencia.

Me parece gentil cuando una puerta al exterior cuenta con un techo de protección encima de ella. Son como los caballeros, bien vestidos, que saben portar un sombrero.

Me parece precavido tener dos puertas en fila en la entrada de una casa. La primera puerta debe ser permeable, para que el cartero, por ejemplo, pueda pasar un paquete a través de las aperturas de la puerta sin tener que necesariamente abrir la puerta. La segunda puerta, al contrario, debería ser totalmente sólida. Abrir la segunda puerta es ya el gesto de invitar a la gente a casa.

Me parece generoso colocar una banca justo al lado de una puerta de acceso. Uno puede colocar sus pertenencias sobre la banca mientras abre la puerta o esperar sentado en la banca en lo que alguien más abre.

Las puertas que abren de piso a techo son interrupciones a un muro. Las puertas que no llegan hasta el techo, particularmente si su perfil se redondea, como puertas con corona de arco, parecen recortes más que interrupciones al muro.

Hay puertas que no se conforman con abrirse. Algunas dejan huella de su movimiento dibujando en el piso, a través de la fricción, su arco de movimiento. Seguro dichas puertas no quieren que las olviden, particularmente, no quieren que las olvidemos cuando no están siendo usadas.

Hay puertas practicas y precavidas. Protegen su base con materiales de mayor resistencia, como el metal, generando un basamento de resistencia, un tipo de armadura parcial contra los ataques del medio ambiente, principalmente el temido enemigo que es la salpicadura de agua si eres una puerta de madera.

Hay puertas conscientes de su forma. Ellas usan un cinturón metálico en su borde, lo que nosotros llamamos su canto, para mantener la figura.

Hay puertas discretas, que se camoflajean de muro y uno solo llega a notarlas si pone atención a las breves lineas que interrumpen la superficie del aparentemente muro continuo.

Hay puertas tan grandiosas, como las que uno encuentra en accesos de palacios, mansiones y edificios públicos que han decidido cambiar su nombre a portón. Extrañamente, puertas industriales, como esas laminas amplias de metal que dan acceso a un garage o a una fabrica también han tomado el nombre de portón. Supongo que reconocen en sus dimensiones también un sentido de dignidad.

Una vez me topé con una puerta aparentemente perdida en medio del paisaje. Me encontraba yo caminado por un paisaje desértico de Texas buscando el famoso centro de arte minimalista que Donald Judd había montado en el pueblo fantasmal de Marfa. Noté un marco de madera dentro de otro marco de madera. El primer marco estaba fijo, como una portería, mientras que el segundo marco, que debiera ocupar el vacío del primer marco, estaba girado desde su centro a noventa grados en relación al primer marco que lo contenía, permaneciendo abierta una mitad hacia el interior de la nada y la otra mitad hacia el exterior de la nada. No cambiaba nada entre interior y exterior. No había barda que limitara el paisaje. No había cambio de material en el territorio. La puerta simplemente se ubicaba literalmente en medio de la nada. Pude haber caminado al lado de ella sin esfuerzo alguno. Pero eso implicaba ignorar su sorpresiva y contundente presencia. La puerta existía de manera simbólica y eso la hacia tanto más presente. Así es que la atravesé, pasé entre su marco. Nunca antes había sentido tan claro la función de una puerta: servir como dispositivo para el ritual de atravesar el espacio.

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una barda

April 13, 2024

Toda barda es politica.

Una barda separa, limita, define bordes.

Una barda interrumpe la continuidad del espacio; una barda frena.

Una barda pinta la raya del espacio que me pertenece.

Una barda es una linea dibujada en el piso que ha sido levantada para que la vean.

Una barda es una superficie delgada pero contundente, divide un espacio de otro.

Hay bardas de vegetación, cuya densidad define su eficiencia.

Hay bardas ciegas, que no ceden ni a la vista. Solo nos dejan saber, por su contundente presencia, el acto de negación. Nos muestran, con su presencia, que algo mas no se nos esta mostrando.

Hay bardas graduales, que muestran no solo su materialidad sino el proceso de llegar a esa materialidad. Ellas se han ido conformando una piedra a la vez.

Hay bardas frágiles. No tomaría mas que un empujón y se vendrían abajo. Pero aun así siguen ahí. Quizá no toma más que marcar su presencia, por más frágil que sean, para dejar claro su función básica. Su condición efímera no las hace ineficientes, su labor es tan solo pintar una linea en el territorio, dibujando un limite físico entre el aquí y el allá.

Hay bardas de hilos de púas tan agresivas como imperceptibles. Estoy seguro que los postes blancos de concreto que les dan estructura son tanto para sostener a los delgados cables como para anunciar y advertir al intruso el daño que puede recibir si no pone atención al acercarse a ellas.

Hay bardas de malla ciclónica que enrejan un espacio. Me pregunto ¿si el espacio se siente encerrado?

Hay bardas cubiertas de hiedra como disfraz amable para la solidez que se esconde detrás de ellas.

Hay bardas de tubos metálicos, puestos en su sentido vertical para evitar ser escaladas. Si alguien lo llegara a intentar, se resbalaría en la esbeltez de cada tubo. Pero por si acaso, en ocasiones, los tubos se rematan con puntas puntiagudas para dar una dolorosa lección a quien intente poner a prueba su resbaladiza verticalidad.

Hay bardas que de frente dan una cara sólida, pero si uno se vuelve encuentra que hay vistas que se vuelven porosas. Su porosidad depende del ángulo en la que uno las enfrente.

Hay bardas perceptivamente extensas - un elemento repetitivo que parece multiplicarse sin fin.

Hay bardas vandalizadas. Alguien debió de estar inconforme con la restrictiva presencia de la barda. Creo que les llaman grafiteros.

Hay bardas bajas, como barandales, que solamente quieren pausar el movimiento sin limitar la vista. Su estatura, sin embargo, no se vuelve un limitante a su función de definir un borde.

Hay bardas tan anchas que pueden ser habitadas. No son tan solo superficie sino llegan a ser volumen.

Hay bardas que hacen notable la topografía que recorren. Su limite alto suele mantenerse a nivel pero su contacto con el terreno va oscilando de arriba a abajo dependiendo de la topografía que recorren.

Hay bardas que mantienen su altura independientemente de las curvas del terreno en el que se encuentran. Dichas bardas dibujan un horizonte artificial que en realidad es paralelo a la topografía de su base.

Hay bardas tan pesadas que requieren contrafuertes para sostener tanta corporalidad.

Bardas blancas, sólidas, en medio del paisaje se convierten en pantallas que no muestran nada más que la ausencia que han provocado en el paisaje.

Hay bardas para contener animales; Hay bardas para contener niños; Hay bardas para excluir al otro, sea quien sea ese otro.

Entre más contundente sea el tamaño, la materialidad y los dispositivos de seguridad integrados a la barda, más llama la atención a eso que intenta resguardar.

Hay bardas con ventanas minúsculas de vidrio espejo integradas a ellas. Alguien adentro, que tu no ves, te puede ver.

No hay barda impenetrable.

Toda barda tiene un acceso, una puerta, un portón, un hueco o hasta una grieta - un punto débil que hace al resto de la barda casi inútil.

La mayoría de las bardas me parecen musicales. Contienen un ritmo material en su ensamblaje. Algunas usan un material para sus postes estructurales y otro material para el relleno entre los postes. Dependiendo del material, se genera un ritmo y una proporción particular entre elementos; por lo tanto, cada barda tiene su propia musicalidad.

Hay bardas porosas. Algunas juegan con efectos ópticos. Si son de metal perforado, por ejemplo, se genera un efecto conocido como el efecto Moire, donde los círculos parecen moverse y responder a nuestro movimiento.

Hay bardas inquietas que se sacuden con el viento. Ellas están hechas de plástico con pequeñas perforaciones redondas que permiten que pase el aire, pero en general, o por lo menos así me parece, los círculos no son suficientes así es que su corporalidad toma aire, o se puede decir que toman cuerpo y se van inflando y desinflando al ritmo del flujo del aire. Su movimiento, aparentemente azaroso, genera una condición tan poética como la danza.

Hay bardas de precaución que, irónicamente, son extremadamente frágiles. En construcciones, por ejemplo, encontraras unas bardas temporales hechas de una malla de plástico naranja que intentan llamar la atención y avisar que la obra esta en proceso y puede haber vacíos en donde uno podría caerse. La malla sirve como aviso de precaución pero difícilmente detendría la corporalidad de un distraído que pasa caminando y se topa con ella.

Hay bardas recicladas que se conforman, de manera oportunista, de otros elementos arquitectónicos. He visto bardas hechas de puertas, de cofres de auto, de llantas de hule y de tarima de madera. He visto bardas que usan botellas de vino y garrafones de agua. He visto, inclusive, bardas que usan cartones para la leche o laminas de metal para corcholatas que nunca llegaron a ser ni cartones de leche ni corcholatas.

Hay bardas burdamente agresivas. Su corona se conforma de vidrios rotos con puntas puntiagudas para persuadir, de manera salvaje, a escaladores indeseables.

Hay bardas idílicas - blancas, bajas, hechas de tablas de madera puestas en vertical ligeramente separada una de otra. En ocasiones, las tablas has sido decoradas en su parte alta, ya sea con dos cortes en diagonal, con un hoyo perforado o hasta con perfiles más barrocos. Si no han visto alguna de ellas, solo hace falta ir a las afueras de cualquier ciudad de los Estados Unidos. Supongo que dichas bardas son emblemáticas de la percepción de los Americanos por dar una impresión de que son el país de la democracia y de que todos son bienvenidos, inclusive los vecinos.

Hay bardas tan altas que deben ser consideradas un edificio.

Hay bardas tan largas que parecen fronteras entre países.

Hay bardas que contienen tierra, lo cual las hace más muros de contención que bardas.

La tentación de escalar, montarse sobre una barda y saltar al otro lado esta siempre palpable.

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un camino

March 28, 2024

Un camino es una trayectoria.

Un camino conecta punto A con punto B.

Un camino puede mostrarnos un lugar C entre punto A y punto B.

Un camino marca un sentido, una trayectoria; un camino da sentido.

Un camino genera expectativa.

Un camino te lleva, adónde, no siempre se esta seguro.

Un camino tiene un destino, inclusive si es tan sólo llevarte por él mismo.

Un camino es una oportunidad de ir desconectando de donde viene uno para conectar a donde uno va.

Un camino es la extensión del espacio. Por esencia, un camino nos hace recorrer espacio.

Un camino, independientemente de su materialidad, es un tapete rojo, un gesto que nos da la bienvenida.

Un camino puede ser lo largo que guste, pero si es demasiado ancho, me parece que pierde su definición de camino. En caminos muy anchos, uno termina tomando su propio camino entre tanta expansión.

Hay caminos informales, que se han ido generando simplemente por la frecuencia de su uso. Su tierra se ha ido compactando por el peso del paso continuo. Su materialidad, se puede decir, es el peso del uso a través del paso del tiempo.

Hay caminos que levantan la expectativa por llegar, caminos en pendiente, en donde desde el punto bajo no se llega a ver el objeto de destino. Su falta de vista al destino generan una expectativa ciega, ansiamos llegar a lo que no se nos muestra.

Hay caminos enigmáticos, que se curvean por jardines densos para ver generando una sorpresa con cada giro.

Hay caminos rectos, casi matemáticos, no solo en su línea precisa pero también en su repetición de sus elementos. Un camino recto conformado por pequeñas tiras de concreto blanco toman una presencia escultórica al contrastar con el paso o la grava que lo rodea. Uno fácilmente podría confundir dichos caminos con una escultura de Sol Le Witt si no fuera por el contexto tan banal y su función tan practica: llevar a uno a la casa.

Hay caminos que parecen flotar sobre el agua. Un espejo de agua, ni siquiera tan amplio o tan profundo es suficiente para generar la ilusión. Lo importante son los escalones, las superficies en donde uno llega a pisar en medio del agua. Si están ligeramente separados funciona mejor, y por supuesto, es esencial que estén ligeramente por encima del nivel del agua. Uno llega a sentir que atraviesa por encima del agua.

Caminos sonoros son mis favoritos. Grava, hojas secas, cualquier material que provoque un sonido al pisarlo me parece poético.

Hay caminos profundos que parecen trincheras. La sensación de estar rodeado por tierra, por lo menos hasta la cintura, da un sentido de resguardo y protección.

Hay caminos que saltan de una topografía a otra. Uno los podría llamar puentes pero no dejan de ser parte del camino.

Hay caminos que se esconden brevemente del sol. Uno los podría llamar túneles pero no dejan de ser parte del camino.

Carl Andre es el maestro de los caminos (y los tapetes).

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