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Aprendiendo a ver - aprendiendo de Joseph Albers

Se dice que los Mexicanos nacemos con un gen del color. Me temo que ese gen no se integro a mi ADN. Hay colores que me atraen y hay colores que rechazo. Pero la combinación de ellos no ha sido mi fuerte. Quizá por ello mi arquitectura se ha limitado a la paleta del color que el mismo material con el que se construye trae consigo. Quizá por ello siento una extraña atracción por el trabajo de Joseph Albers. Joseph Albers le dedicó su vida a la manera en que percibimos los colores. El principio de su teoría es muy sencillo. El color rojo no es el mismo rojo para cada persona. Cada uno de nosotros vemos un rojo diferente. Y gran parte de nuestra percepción depende en relación a qué vemos ese rojo. Un rojo al lado de un azul es un rojo muy diferente a un rojo al lado de un amarillo. Inclusive, un rojo de una tonalidad resulta muy diferente si se ve en contraste con un rojo de menos tonalidad o de mayor tonalidad. Como lo dije anteriormente, todo suena muy sencillo. Pero en practica, las sutilezas que todo color puede adquirir es tan fina que se requiere de un ojo muy entrenado para percibirlo. Y eso me hace reconocer el segundo aspecto que tanto admiro de Albers. Él fue un gran maestro. Sabia que estaba hablando de algo que suena lógico pero que no necesariamente es tan obvio percibir. Él reconocía que el ojo debe ser entrenado y por lo tanto desarrolló una herramienta para entrenarlo. La misma herramienta es sencilla. A través de su vida Albers fue coleccionando una serie de tarjetas de colores, de todos los grados y tonos de color posibles. Sus ejercicios se basaban en acomodar de distintas maneras una tarjeta en relación a otra y ver como el color se comportaba. Clases con Albers eran experimentos. Nada se daba por hecho. Todo se ponía a prueba. Con las tarjetas, los alumnos iban haciendo experimentos para notar comportamientos de color. Pronto Albers llegó a desarrollar teorías sobre bordes y transparencias entre colores. Todo ello a partir de colocar las tarjetas de color en relación una de otra. En ocasiones una al lado de otra. En ocasiones una arriba de otra. En ocasiones superpuestas. Todo ello teniendo una implicación espacial. El color se coloca en relación a…

Por lo tanto, se puede concluir que el color opera espacialmente. Algunos colores generan profundidad en relación a otros colores. Algunos colores se difuminan en relación con otros colores. Algunos colores reflejan más luz que otros. Albers se fue convirtiendo tanto en científico como en artista. Sus teorías del color se ponían a prueba de la misma manera que la química se pone a prueba. Se plantea una hipótesis. Se hacen pruebas. Se descartan algunas concepciones y se van reforzando otras especulaciones. Al final se llega a una formula. Pero que no se mal interprete. La formula no ofrece un resultado final o contundente. Con el color, todo es una ilusión. Así es que sus formulas son formulas de ilusión y no formulas de hechos. Y ahí su talento al enseñar. Uno no puede solamente aplicar la formula. Uno tiene que llevar a cabo las pruebas por si mismo. Saber la formula no sirve de nada. Lo importante es entrenar al ojo (y por consecuencia a la mente) a ver; Para Albers, lo importante es entrenarse a ver el comportamiento del color. Albers lo llamaba “pensar en situaciones”. Una vez más, se esta hablando de espacialidad; Hay que situar a los colores: Hay que poner los colores en relaciones espaciales con otros colores.

De ello que los cuadros de Albers sean más que pinturas. Sus cuadros son experimentos. No sólo para el artista, que los ejecuto, pero para nosotros que los observamos. Sus cuadros palpitan. Sus colores vibran. Sus relaciones trabajan. Trabajan en nosotros. Estamos siendo participes del experimento. Tómense su tiempo al verlos. Hay aprendizaje en ellos. Sus cuadros son más que pinturas, son maquinas de percepción. Y se han engranado a nuestro ojo, a nuestra mente. Albers, en su oficio por enseñar, nos ha involucrado a su lección. Estamos en frente de una de sus clases. Toma nota. Nota. Observa con atención. Estas viendo fenómenos tan complejos como el ver la lluvia o la nieve caer. Se están generando patrones. Aprende a ver los patrones. Aprende a ver el comportamiento de las cosas.

Lo que he aprendido de Joseph Albers es que un color no es tan sólo ese color. He aprendido que como todo, un color se ve afectado por lo que lo rodea. Por lo tanto, lo que importa son las relaciones. Las relaciones entre un color y otro, entre una cosa y otra. De ahí, se puede sugerir que diseñar es jugar con las relaciones para generar un efecto deseado.

Lo que he aprendido de Joseph Albers es que es importante generarse herramientas propias para poner a prueba intereses personales. He aprendido que lo que uno produce no tiene que ser un producto. ¿Si un cuadro puede llegar a ser una maquina de percepción, no puede la arquitectura llegar a ser una maquina de participación?

Lo que he aprendido de Joseph Albers es que no se nace con una percepción particular. Que la percepción se educa, se entrena. La mirada, y por lo tanto la visión que uno tiene de las cosas, puede ser entrenada. Y para ser visionarios, se requiere de experimentación. No prueba y error, sino prueba y prueba. He aprendido de Albers que educarse es probar, es ponerse a prueba.