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aprendiendo a repetirme - aprendiendo de Glenn Gould

Hay un número contado de personalidades por los cuales hubiera dado todas mis pertenencias por la oportunidad de haberlos visto en vivo haciendo lo que tan particularmente hacían. Entre ellos estaría John Cage, Pina Bausch, Bruce Lee, Marcel Marceau y el excéntrico pianista canadiense Glenn Gould. Podrían argumentar que todos ellos eran excéntricos así es que no es necesario remarcar la excentricidad de Glenn Gould en particular. Pero a mi parecer su excentricidad no es tan sólo aplicada a la construcción de su propio personaje performativo, es decir, su propia personalidad como pianista sino que sus excentricidades se han extendido a afectar y cambiar de manera general nuestra apreciación de la música.

Permítanme empezar por esas excentricidades que simplemente parecen un capricho más de esas tantas personalidades que se saben extraordinarios en su quehacer y que por lo tanto tienen la ilusión que se pueden salir con la suya no importa lo absurdo de su comportamiento. Glenn Gould se rehusaba a extender la mano como gesto de saludo a cualquier persona ya que consideraba sus manos la parte más valiosa de su ser. Hasta ahí no suena tan excéntrico, quizá solo un poco precavido considerando su oficio. Se le podría ver con un abrigo largo de lana inclusive en veranos acalorados. Extraño pero no radical. Entonces ¿de dónde viene su fama excéntrica? La critica en general ha estado de acuerdo que su genialidad como pianista es irrefutable. Sus conciertos eran éxitos rotundos. Pero nunca eran simplemente una muestra musical. Su presencia en el escenario era, a su gran pesar, todo un atractivo. Aquí estaba un gran pianista haciendo varias cosas que eran inauditas durante un concierto de música clásica. Por una parte, se rehusaba a tocar el piano si no era en su famosa silla que había sido recortada para exclusivamente recibir su postura particular con el piano. Glenn Gould tocaba el piano en una postura particularmente ortodoxa, con hombros encorvados, la nariz casi a punto de tocar las teclas. De vez en cuando, uno podía escuchar sonidos que salían de su boca, un tarareo que escandalizaba al publico. En ocasiones podía estar tocando con una mano y con la otra ir conduciendo a la orquesta sinfónica que lo acompañaba, gesto que seguro ningún conductor apreciaba. En la cúspide de su carrera como pianista, con tan sólo treinta y dos años de edad y con todas las grandes casas de música del mundo buscando su presencia y participación, decide retirarse del escenario y dedicarse puramente a la grabación de su música. !Un escándalo!

Pero ese ajuste en su carrera profesional no tenia en lo más mínimo una implicación de querer tomarse su arte más a la ligera. Hizo de la grabación de la música clásica todo un arte. Sus sesiones de grabaciones son famosas por haber sido exhaustas. Glenn Gould creía en la perfección y consideraba que era, a su propio pesar, imposible que un músico tocara una pieza entera de manera perfecta. Consideraba que tan sólo era posible tocar secciones de una pieza de manera genial. Y eso era parte de lo que le molestaba de tocar en vivo. Eso y la presencia misma de un auditorio que él encontraba como una distracción. En la grabación de una pieza, Gould consideraba que era posible generar un montaje musical en donde porciones casi perfectas se fueran tejiendo para construir, a través del montaje, una secuencia lo más cercana posible a la perfección. Así, tocaba y grababa una y otra y otra vez la misma pieza, tomando la mejor porción de una sesión para juntarla con otra gran porción de otra sesión para así terminar con una suma de porciones extraordinarias que llevaran a la mejor versión de la pieza posible. Así, Gould revolucionó el proceso y las expectativas de una grabación de música clásica.

Su pasión por la música no se limito a interpretar la música. Gould participó en numerosos programas de radio cuya intención era promover la música clásica. Si en sus múltiples grabaciones de una misma grabación se puede hablar de un doppelgänger en donde él mismo hace un dueto consigo mismo, sus programas de radio se volvieron particularmente atractivos por la presencia de una media docena de personajes que el mismo personificaba. Se podía contar con la presencia de un señor maduro y pomposo que mostraba su conservadurismo en cada postura critica. Se podía contar con la presencia de un pianista bohemio basado en un taxista de Nueva York que Gould llegó a conocer en una de sus tantas visitas a la ciudad conocida por sus taxistas también excéntricos. En ocasiones visitaba el programa un ex-conductor de orquesta especializado en música Germana. Entre ellos se generaban debates calurosos, que permitían a Gould aproximarse a la música desde distintos ángulos, todos ellos reforzados por un sentido del humor afilado.

Pero al final de cuentas estos breves textos tienen como intención principal el compartir con ustedes lo que he ido aprendiendo de diferentes personajes que nunca llegue a conocer pero que por lo mismo me ha permitido construirme una visión de ellos que encuentro admirable. Por supuesto que encuentro cierta fascinación por algunas de las excentricidades de Glenn Gould aquí mencionadas y otras tantas no mencionadas, pero lo que más admiro de él son unas grabaciones en particular: el disco se llama Glenn Gould - A State of Wonder. La portada muestra a un joven Gould con la corbata desatada, la camisa relajadamente desabrochada y su cabeza inclinada en un gesto de sutil extasis. Sus ojos están cerrados, su boca semi abierta. La mitad de su cara esta iluminada, esa parte de la cara que se inclina hacia arriba. En la contra portada la foto es de un viejo Glenn Gould.

Ambas fotos fueron tomadas durante la grabación de The Complete Goldberg Variations. La primera grabación ocurrió en el año de 1955. La segunda grabación ocurrió veintiséis años después, en 1981. La primera grabación se podría decir que ocurrió durante la etapa de Glenn Gould el pianista performativo, que daba conciertos por todo el mundo. La segunda grabación se podría decir que ocurrió durante la etapa de Glenn Gould el recluso y solitario que tan sólo se dignaba a grabar en estudios cuyos ambientes y acceso a ellos estaban altamente restringidos.

La pieza es la misma, desfasada en el tiempo y por lo tanto en la sensibilidad del pianista con la pieza. No me imagino que él buscara mejorar su propia interpretación. Creo que simplemente quería captar las diferencias mínimas pero esenciales que existen en la interpretación de cualquier pieza musical. Ya que para Gould el músico no debe ser tan sólo un ejecutor que toca la pieza bajo las instrucciones de la partitura sino que el músico debe, bajo un entendimiento profundo de la pieza, insertarle lo que él llama su “alma” a la pieza. No me gustaría arruinarles la experiencia de dicha grabación con mi propia interpretación entre la grabación joven y la grabación madura. Lo que si les pido es que se den el tiempo para escuchar ambas grabaciones con atención. Tomarse el tiempo para comparar una pieza con otra es un privilegio que nos pertenece como generación. Imagínense que antes para escuchar una sinfonía de Beethoven era porque Beethoven mismo había sido invitado a presentarla esa única vez. Uno tenia que estar en Viena en el momento preciso, y por supuesto ser lo suficientemente privilegiado para ser invitado al concierto o poder pagarlo. O habías sido bastante privilegiado para haberla escuchado esa singular vez o solamente oías la impresión de gente afortunada que la había escuchado. Ahora lo podemos hacer, bajo los estándares que Glenn Gould ayudó a establecer, en el confort de nuestras casas (claro esta, si contamos con un buen equipo de sonido). No pretendo insinuar que escuchar música en vivo ya puede ser reemplazada por grabaciones. Una experiencia es completamente distinta a la otra y por lo tanto incomparables. Pero el placer de poder escuchar una pieza una y otra vez, poder escuchar una pieza interpretada por un músico en comparación con otro músico, o en este caso particular, escuchar una pieza interpretada por un mismo músico en dos distintos momentos de su carrera musical es un acto que solo puede llevar a comprender la esencia misma de la pieza.

Bajo la misma lógica, considero que el re-dibujar la arquitectura es volver a tocar el espacio. Con cada dibujo no sólo vamos comprendiendo más ese mismo espacio que volvemos a dibujar, sino que vamos descubriendo como nosotros mismos vamos cambiando de postura en relación a ese espacio en particular pero también en relación a la noción del espacio en general.