El silencio nocturno del bosque
es un silencio fino.
Es un murmullo
que exige atención.
Una palpitación constante,
latido de su vitalidad.
Vibración de insectos,
probando su oscilación.
Una danza de hojas
deslizándose sobre el techo
animadas por el vuelo del aire.
A la distancia,
perros se comunican
con ladridos insistentes
que inquietan el territorio.
En noches de lluvia
el silencio toma fuerza.
El techo de madera
se transforma en instrumento musical
enfatizando cada impacto
de gotas insistentes.
Truenos que repliegan
la anticipación
de su impacto.
Para sentirse vivo
la receta sería:
pasar el sueño
sumergido
en la sonoridad del bosque.