Cuando me imaginaba mi casa
lo que más claro tenía
era un lugar para leer.
Me imaginaba una ventana profunda
proyectada hacía el paisaje.
La ilusión era sentirme contenido,
no en frente de la ventana
sino habitando el espacio mismo
de la ventana.
Leer en el nicho,
sería una experiencia liminal
sumergido en un entre -
ni adentro ni afuera;
presente y soñando;
concentrado y relajado.
Espacio protegido, intimo.
Un recuerdo de la infancia
refugiado una vez más
en mi niño interno,
con un libro en la mano
y un jardín en la mente.