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APRENDIZAJES IMAGINARIOS - textos sobre la gente que ha tenido indirectamente una influencia en mi manera de aproximarme a la creatividad

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aprendiendo de lo mínimo - aprendiendo de Donald Judd

September 23, 2025

En mi universidad, la Universidad de Texas en Austin, la escuela de arquitectura organizaba todos los viernes unas comidas informales en donde los profesores presentaban el avance de sus investigaciones. Dichas sesiones, estaban abiertas a estudiantes también, pero por alguna razón casi nunca había un estudiante presente. Yo debo admitir que inicialmente fui porque me entere que la comida era gratis. Un lunch muy sencillo: Un sandwich, una manzana y un vaso de té helado. Suficiente para mí. Las sesiones ocurrían en  el comedor del Professor´s Lounge, un espacio elegante con sillas de piel, una gran mesa de madera obscura, lamparas colgantes de tipo biblioteca con vidrio verde, y un techo encofrado de madera también obscura. En una de las paredes, había tres cuadros en serie. Cuadros abstractos. Colores primarios. Contrastaban claramente con el resto del decor. Eran cuadros, litografías, de Donald Judd. Un rectángulo rojo de fondo con un rectángulo en linea blanca sin que sus esquinas se tocaran generaban un campo de color definido pero no limitado. El segundo cuadro era idéntico pero en azul y el tercer cuadro idéntico pero en amarillo. Sencillos. Arte minimalista. Sentí atracción inmediata.

Me volví un visitante recurrente a los lunch abiertos. Escuché a un profesor de Historia de la arquitectura hablar de la vanguardia Rusa. Observé los dibujos de paisajes abstractos de una profesora de Dibujo. Intenté comprender los conceptos poéticos de un profesor de Filosofía en la arquitectura. Eran todas presentaciones demasiado complejas para mi pero me cautivaba la pasión con la que cada uno de ellos exploraba sus territorios de investigación. Y me gustaba estar en esa sala elegante, intelectual. Me gustaba observar los cuadros sencillos de Donald Judd.

Un par de semestres más adelante, una compañera y yo hicimos el viaje en carretera épico e esencial, si eres estudiante de arquitectura en el estado de Texas, al pueblo fantasma de Marfa. Toma seis horas el viaje en carretera. Cosa seria. Es en medio del desierto de Texas. Cosa seria. Ahí, se ubica la Fundación Chinati. Cosa seria. Dicen que ahi, también, uno puede ver objetos no identificados volando en el cielo estrellado. Cosa seria.

Pero nuestro peregrinaje se enfocaba a descubrir más del trabajo de Donald Judd. Judd tenía la concepción de que hay arte que debe y merece tener una casa fija, un lugar en donde posicionarse firmemente en relación a su contorno. De ahí que él, con el apoyo de DIA, fueran adquiriendo estructura tras estructura del pueblo de Marfa para convertirlas en espacios de exposición. De manera muy sutil, Judd fue alterando cada espacio que adquiría para formar parte de la fundación. Su estrategia principal de intervención arquitectónica, como en su propio trabajo de arte, era el minimalismo. Su meta era limpiar la percepción misma del espacio. Donald Judd, bajo su propia precisión, es generoso con el espacio. Busca espacios amplios, muros lo menos interrumpidos, usualmente en blanco o en el material mismo que les da estructura, ya sea tabique o piedra. Le gustan los techos altos y con vanos extensos. Busca la luz natural. Los pisos los neutraliza con concreto pulido. Todo debe sonar como cualquiera de los tantos espacios a los que centenares de revistas de arquitectura contemporánea nos han acostumbrado. Pero Donald Judd le aporta al espacio un aspecto que muchos arquitectos minimalistas han diluido: un sentido de sorpresa. Una ventana para Judd nunca es tan solo un hueco en la pared. Una ventana para Judd es un dispositivo de composición. Sus marcos anchos de madera, usualmente subdivididos en partes iguales, enmarcan pequeñas cualidades del inmenso paisaje que suele rodear sus edificios. Los pisos, que suelen ser neutralizados con superficies de concreto pulido, en ocasiones ceden una área para grava suelta. Sobre la plancha de concreto, coloca una mesas de madera de dimensiones generosas. Desde ahí vemos que la grava toma la mayor parte del espacio. Me dicen que en eventos especiales el área de grava se vuelve una zona de baile. Pero por el tiempo de mi visita, el espacio vacío se siente contundente. Es como si Judd le hubiera dado espacio al espacio. La plancha de concreto es tan sólo la plataforma desde donde apreciar el resto del espacio. Sus puertas, con el mismo marco ancho de madera, pivotean en su centro. Uno puede pasar por ambos lados. El gesto es sencillo pero contundente. Un espacio no lleva a otro. Ambos espacios ceden apertura. Y en ello se genera una fluidez espacial que una puerta abatible hacia una sola dirección no logra. El espacio de Judd juega en esa duplicidad. Es extenso en su puntualidad mientras adquiere presencia en su minimalismo.

Luego están los bodegones principales que le dan espacio a la serie más extensa y algunos dirían más impresionante de las esculturas del artista. Dispuestas de manera casi matemática, una serie de esculturas rectangulares de metal, todas del mismo tamaño, parecen desfilar a lo largo del espacio. A primera vista su repetición es hipnotizante. Pero conforme uno va recorriendo el espacio, se va dando cuenta que cada escultura es distinta a la siguiente. Pero esto requiere atención, interés y curiosidad. A primera estancia, todas las esculturas definen su volumetría con superficies del mismo metal brillante. Pero cada escultura esta compuesta de manera distinta. Unas superficies construyen un vacío hacia el techo, otras lo hacen hacia otra escultura, y otras, tienen superficies ligeramente inclinadas. La generosidad de luz natural que entra al espacio y se ve reflejada en las superficies metálicas le otorga un grado más de complejidad a la percepción y a la distinción entre la repetición y la diferencia.

Un efecto similar se genera en las esculturas exteriores. Bloques rectangulares de cemento parecen haber sido dispuestos de manera casual en el paisaje. Uno va caminando casi un kilómetro descubriendo la particularidad de cada conjunto escultural. En ocasiones, tres bloques se abren en la misma dirección del paisaje, generando ventanas al extenso paisaje. En otras ocasiones, los bloques van alternando de eje, generando ventanas que ven a otra escultura pero desde su lado solido y eso en si permite, de manera casi cubista, poder ver simultáneamente diferentes lados, y por lo tanto, diferentes aspectos de la serie. Y en todas las ocasiones, el efecto va alternando conforme uno se mueve alrededor de las esculturas. Las esculturas se disponen en diagonal uno de la otra. En esos momentos, con cada paso que damos alrededor de ellas, nuestra percepción del paisaje se va alterando. De solido pasamos a pequeñas aperturas que luego ceden a su mayor apertura. El efecto es cinemático. Y todo ello tan sólo en lo que parecía un paisaje en medio de la nada. De pronto, la nada adquiere una particularidad precisa.

Una vez más uno se topa con una puerta que gira en su centro. Lo extraño es que no hay muro que enmarque la puerta. La puerta se encuentra en medio del desierto. Es tan sólo un gesto. Un gesto que marca el limite del terreno de la Fundación Chinati. Uno podría acceder por cualquier lado. Pero uno, por eso mismo, desea hacerlo a través de la puerta. Una vez más, Judd nos toma de sorpresa. Una vez más, Judd le da espacio al espacio. En este caso, Judd hace espacio al acceso para que el acceso se sienta lo más generoso posible.

El trabajo de Donald Judd es tan elemental que puede llegar a parecer demasiado simple o simplemente absurdo que no se haya producido antes. Y digo producido porque el trabajo de Donald Judd tiene algo de anónimo, de mandado a hacer. Parecería que en su sencillez, la mano del artista pasa desapercibida. Pero aun así, hay algo que distingue claramente el trabajo de Donald Judd; Y eso es su precisión. El trabajo de Donald Judd es preciso. Sus geometrías son absolutas. Su materialidad es contundente. Y entonces ¿cómo es que un trabajo tan simple y preciso logre sorprendernos y cautivarnos?

Por periodos he deseado trabajar con la misma precisión con la que Judd ejecuta su trabajo. En cada intento me he dado cuenta que la precisión surge de un carácter particular y que yo no tengo la paciencia para desarrollar dicho carácter. De ahí, que he aprendido lo opuesto: que quizá en la imprecisión, que me resulta tanto más natural, se pueden descubrir patrones que le otorgan un sentido disciplinado a mi trabajo.

Tags arbolgenealogico, aprendizajesimaginarios, donaldjudd
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