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Primeros brotes

May 12, 2022

La idea de tener un huerto generoso siempre ha cautivado a mi imaginación. Cuando visualizaba la casa de mis sueños siempre se introducía con una área abundante de plantas comestibles. Creo que mi psique se ha visto afectado por demasiadas películas Hollywoodenses post-apocalípticas, donde el héroe o heroína se han hecho un refugio auto-sustentable en donde han logrado sobrevivir mientras el resto de la humanidad no lo ha logrado. Me tiendo a identificar, ilusoriamente, con estos personajes. Me gustaría pensar que yo sería una de esas personas que encontraría la manera de sobrevivir con su ingenio. Pero verán, la realidad es que no soy capaz ni de cambiar el aceite de mi Jeep, mucho menos arreglar un aparato eléctrico con partes hechizas. Pero no pierdo la esperanza de convertirme, por lo menos, en un jardinero amateur decente. Mi currículum de jardinería hasta el día de hoy leería de la siguiente manera: tres años de experiencia en intentar establecer un huerto. He logrado cosechar unos treinta tomates uva, una docena de tomates verdes, unas veinticuatro papas cambray, unas treinta flores de calabaza y unas seis calabazas. He logrado juntar para seis platos de arúgula de mi huerto, múltiples manojos de eneldo y otros más de perejil. He logrado probar unas seis fresas antes de que la planta se pudriera. He logrado probar un elote antes que el maizal perdiera su fuerza. Como ven, nada que le pudiera quitar el rol de Marciano a Matt Damon.

Al mudarme al Cuarto Básico, mi vieja inquilina me pidió que me llevara mis camas de huerto, ella no tenía ningún interés en ella, ella prefería que su pasto se restableciera en su jardín. Las camas ya estaban bastante deterioradas. Opté por colocarlas, en mi nuevo terreno, boca arriba. Las partes que antes tocaban la tierra ahora daban al cielo. Pensé que repondría esa ultima capa desgastada con una nueva capa de polines pero no lo he hecho aun. Lo que sí hice, el primer día de mudanza, fue poner tierra de composta en las camas y comenzar a sembrar todo tipo de semillas. Fui sembrando dos tiras por cama. Tengo ocho camas de huerto. Uno lo reserve para mi propia composta (en alguna otra entrada de este blog hablare específicamente de ella). Eso significa que planté catorce distintas semillas. El experimento había comenzado otra vez. Todos los días las iba regando, justo antes de salir de casa. Llevo ya un poco más de un mes viviendo en el Cuarto Básico. Ya se llega a notar el inicio del inicio del huerto. Algunos de los brotes ya los llego a reconocer. Cuatro semillas de elote ya dieron tallos de unos diez centímetros de alto, lo más visible del huerto hasta ahora. Una planta de calabaza comienza a abrir sus hojas hasta unos tres centímetros (si esta calabaza se da bien abarcara la cama completa con hojas de hasta treinta centímetros de diámetro). Hay un par de hojas de tomate, una de fresa y otra de zanahoria, en sus puntos más frágil, que intentan superar el centímetro. Hay un par de brotes, puntos verdes diminutos entre la tierra, que todavía no logro distinguir de que semilla provienen. No importa, me queda claro que la jardinería, y particularmente el cultivar un huerto, es una tarea a largo plazo. Mi huerto será mi maestro de paciencia. Por ahora, ser constante, regar todas las mañanas las camas del huerto. De vez en cuando, me siento en mi banca de madera, en frente del huerto, y me tomo el tiempo de observar, de notar los pequeños cambios por los que ha pasado los últimos días. El mínimo cambio, el más pequeño crecimiento me da la mayor alegría imaginable. Es entonces que me vuelvo a imaginar en la escena de película apocalíptica. Quizá soy de esos personajes secundarios al que los espectadores no esperan que sobreviva la película entera, pero que mostrara suficiente resistencia para darle a uno esperanza de que la humanidad no debe desaparecer. Quizá, si lo sigo intentado, si voy aprendiendo a la marcha de mis propios errores y golpes de suerte, y practico la paciencia, un día me pueda dar el lujo de prepararme un platillo completo que provenga de mi huerto. Ese día seré el héroe de mi propia película.

Tags huerto, jardineria, tinyliving, vidalenta
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Cuidando (viejas) plantas

April 29, 2022

Había una cosa, no menor, que no podía guardar en la bodega durante la transición al cuarto básico: mis plantas en macetas. No sobrevivirían el abandono, la falta de luz y de agua. En mi mente solo había dos opciones: regalarlas o llevármelas al terreno aunque tuvieran que sobrevivir el proceso de la obra. Quizá de manera egoísta, opté por la segunda opción. Las plantas que se pudieran ver beneficiadas por plantarse directamente en el suelo las coloqué sobre un talud que sabía ningún camión de material o ningún trabajador estaría pasando por ahí. Ese fue el primer gesto hacía la concepción de mi jardín (pero eso será otro texto). El resto, unas treinta y seis macetas con plantas para el exterior (o por lo menos que pudieran sobrevivir a la exposición directa del sol) las coloqué a unos diez metros de la obra del cuarto básico. Las dieciocho macetas de plantas de interior las intente refugiar al costado, en una zona sombreada gran parte del día. Cada día que iba a supervisar el avance de la construcción, me tomaba el tiempo para regar cada una de las macetas. Al inicio de la obra no había una llave de paso y mucho menos una manguera, por lo que la tarea implicaba ir una y otra vez con una cubeta para regar al tambo de agua con los que los trabajadores generaban mezcla. Tomaba tres viajes al tambo para regar las cincuenta y cuatro macetas. Lo hice dos veces a la semana durante tres meses. Los trabajadores debieron notar mi dedicación y cariño a mis plantas. Aun así, un día, día de aplanado de muros exteriores, llegué demasiado tarde. La mayoría de las hojas de las plantas estaban de ligeramente a no tan ligeramente salpicadas con mezcla. Estaba ofendido. Aleje una por una de las macetas y comencé a limpiarlas. Fui limpiando hoja por hoja intentando respirar practicar mi aprendizaje de meditación y respirar profundo. Supongo que me hace falta mucha practica aun. Repentinamente grité: !Que poca madre! Me han visto cuidar de mis plantas cada día que vengo. ¿No se les ocurrió moverlas aunque sea un poco para evitar que se salpicaran? ¿No fueron capaz de tomarse el tiempo, tiempo que por cierto yo les pago, para alejarlas de su cochinero? Me miraron como si no supieran cual era el drama. Me dio pena mi brote de furia y seguí limpiando las hojas en un incomodo. Luego fue el carpintero, que al trabajar las ventanas recubrió las macetas con aserrín. Cuando me vio mirando las macetas, por lo menos tuvo el ingenio de decirme que era buen abono para las plantas. Asumí que no solo sería una batalla monumental sino casi un milagro que las plantas sobrevivieran el proceso de obra. El día de mudanza finalmente llego. Todas ellas estaban tristes pero la gran mayoría había sobrevivido la tortura. En lo que esperaba que llegara la camioneta con los muebles y cajas, fui colocando las macetas chicas sobre una banca vieja que ya había llevado para sentarme y tomar notas en ella sobre el proceso de obra. Las macetas grandes las coloqué en frente de la banca. Me imaginaba que iba construyendo una barrera de plantas que protegería al cuarto básico. Limpie nuevamente cada una de sus hojas, prometiéndoles que lo peor ya había pasado, que de ahora en adelante ya no las abandonaría. Sí, soy de los que les hablo a las plantas. Ellas han sido mis compañeras de casa, algunas de ellas me han acompañado ya por seis años, desde que decidí venirme a vivir a Valle de Bravo. Así es que les agradecí por aguantar el proceso de obra. Les di la bienvenida a nuestro nuevo hogar: al cuarto básico, que no se sentiría como un hogar sin la presencia de plantas.

Tags vidalenta, tinyliving, jardineria
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