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APRENDIZAJES IMAGINARIOS - textos sobre la gente que ha tenido indirectamente una influencia en mi manera de aproximarme a la creatividad

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Aprendiendo a coleccionar - aprendiendo de Hans-Peter Feldmann

August 23, 2024

Fue a partir de un regalo, minúsculo, que una querida amiga me hizo que inicio mi interes por el coleccionismo. Mi amiga me regalo un pequeño libro, por ninguna razón particular excepto por esos gestos que la amistad hace solo por el hecho que el otro pensó en ti. Pero el regalo era sin duda una provocación, una invitación. Observé mi regalo, un libro pequeño, delgado, con pasta amarilla y con el título de “All the Clothes of a Girl” por un tal Hans-Peter Feldmann. Lo hojeé con cariño y curiosidad. En cada hoja, una prenda de una mujer fotografiada sobre un fondo blanco. Ningún texto. Ninguna introducción sobre el autor declarando su intención. Ninguna descripción de la mujer a la que estas prendas le pertenecían. Solo un par de docenas de prendas de esta mujer misteriosa.

Me volví a fijar, ahora con curiosa atención, en cada una de las prendas fotografiadas. Una falda larga de pana, una falda corta de mezclilla. Unos pantalones de campana, unos jeans de mezclilla y unos pantalones cortos negros. Un vestido negro y un vestido de estampado de flores diminutas. Un par de blusas de manga corta y otro par de blusas de manga larga. Un suéter con cuello en V y un suéter con cuello de tortuga. Una gabardina roja y un abrigo de invierno. Unas zapatillas negras, unos tenis blancos con una raja azul y unas botas de piel y unas botas para la lluvia. Nada particular, ropa de una mujer.

Me quedé confundido. ¿Qué es esto? ¿Porqué publicar fotos ordinarias de ropa ordinaria de una mujer desconocida? ¿Quién es este tal Hans-Peter Feldmann y porqué me hace esto?

Mi amiga debió saber que no me quedaría con los brazos cruzados. Había ganado. Su provocación y su invitación había hecho efecto. Me tenía interesado. Tenía que descubrir más. Tenía que descubrir más sobre la mujer. ¿Quién es ella? Su ropa, de talla aparentemente pequeña es de una mujer pequeña, esbelta. Debe vivir en el hemisferio Norte sin subir demasiado. Su ropa tiene prendas de invierno y de lluvia pero no en cantidad exagerada. Debe tener un lado femenino, coqueto, ya que varias prendas tienes un botón, un listón o un detalle en el cuello o la manga lindos, quizá hasta infantiles. Debe ser una mujer practica. Tiene ropa básica. No tiene mucha ropa pero sí diversa, lista para cualquier ocasión. Hasta ahí llegan mis deducciones en cuanto a ella. Pero necesito saber más.

A buscar más sobre Hans-Peter Feldmann. Artista, Alemán, cuyo trabajo artístico consiste en la producción de libros, libros exclusivamente de imágenes, imágenes de todo tipo. Todo un archivo visual. Un libro de fotos de piernas de mujeres. Un libro de fotos de barcos en medio del mar. Un libro de retratos faciales en blanco y negro. Un libro de humo saliendo de chimeneas industriales. Una locura. Un artista que se dedica únicamente a coleccionar imágenes para permitir que la serie de imágenes construyan una narrativa que él no va aclarar. Que cada uno llegue a su propia conclusión.

Consigo un libro llamado ALBUM repleto de series de fotos de un sin fin de categorías que Hans-Peter Feldmann fue coleccionando. Me vuelvo inspector de cada serie. Así, voy aprendiendo que cada objeto, cada persona, cada escenario contiene una historia que uno debe intentar descifrar. Mi amiga me estaba invitando a poner atención, a ella, a su regalo, a su ropa, a todo lo que ella la conforma. Al mismo tiempo, voy aprendiendo que las colecciones son también un retrato del coleccionista. En ese momento, comienzo mi retrato como coleccionista. Comienzo a coleccionar aprendizajes imaginarios.

Tags aprendizajesimaginarios, aprender, arbolgenealogico, coleccionista, feldmann
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Aprendiendo a plegar el espacio - aprendiendo de Jorge Oteiza

August 19, 2024

Comenzó a partir de tan sólo una fotografía en blanco y negro que servía de respaldo a un articulo en una revista. La fotografía no pudo haber medido más de siete centímetros por cinco centímetros. Pero aun así, la imagen me resultó hipnotizante. La fotografía era del estudio del escultor Jorge Oteiza. Particularmente, era de uno de los muros del estudio, un muro equipado con una serie de repisas horizontales. Las repisas estaban completamente saturadas de pequeñas esculturas. Era difícil distinguir una escultura de la otra, y por ello mismo se volvía para mi más enigmática la imagen. Sobre cada repisa parecía surgir una noción utópica, un micro mundo generado a partir de múltiples relaciones escultóricas. Para mi, esa imagen era justo la manera en que me imaginaba debía ser el estudio de un artista que explora la espacialidad: un espacio conformado por un sin fin de ejercicios escultóricos, cada maqueta una exploración de una composición espacial particular. Entre ellas, de manera accidental a la manera en que en ese instante se encontraban reposando las esculturas sobre las repisas, se conformaban otras tantas más relaciones espaciales que seguro en el futuro provocarían una maqueta más. Me hubiera encantado pasar aunque fuera tan sólo un par de horas en el estudio de este artista que acababa de descubrir por esta diminuta fotografía de su estudio. Su estudio me parecía un paraíso lúdico. Cada una de esas maquetas minúsculas me parecían un juguete con el cual entretenerme en nociones espaciales.

Por supuesto, cuando una imagen te llega a capturar de manera tan profunda, lo que sigue es ir en búsqueda. ¿En búsqueda de qué? De tratar de comprender que ha causado el hechizo. Lo primero que hice fue buscar imágenes de las esculturas de Oteiza. Ahora descubría otra cualidad de sus esculturas. Ellas se conformaban por papel plegado y cortado. Un simple doblez, un mínimo recorte generaban una espacialidad de enorme complejidad. Nociones de interior y exterior se difumaban. El espacio era envuelto. El pliegue de superficies, en su liminal esbelteza, creaban densidad volumétrica. Esculturas ligeras pero rotundas; esculturas superficiales pero profundas. Hechizo total.

¿Cómo, siendo yo arquitecto, había pasado tantos años practicando sin saber nada del trabajo escultórico de Oteiza? Esto requería remediarse. Leí más sobre su trabajo. Compré una monografía de su trabajo con hermosas fotografías en blanco y negro que ahora ocupaban la totalidad de una generosa pagina. Ahora podía observar con claridad cada una de las relaciones espaciales que se generaban entre un espacio y otro, donde lo único que los dividía era una superficie esbelta y aun así, todo lo que los relacionaba era una aparentemente sencilla y talentosa manipulación que Oteiza obtenía simplemente con el recurso del pliegue y el recorte. Me imaginé que no sería difícil traducir sus exploraciones escultóricas a mi práctica arquitectónica.

!Qué iluso puede llegar a ser uno en cuanto a medir el esfuerzo que requiere alcanzar la complejidad con recursos sencillos! Hasta el día de hoy, después de más de quince años practicando arquitectura, después de centenares de maquetas, nunca he alcanzado la complejidad espacial que la más sencilla de las esculturas de Oteiza lograba generar. De ahí, que lo que más he aprendido de Oteiza es que cada uno tiene que armar su propio micro mundo de exploraciones espaciales. Cada uno tiene que ir generando su propio armario de maquetas, docenas, centenares, millares de ellas. La manipulación espacial no puede ser teorizada, uno la tiene que poner en practica. Uno debe convertirse en escultor. Hacer de la manipulación espacial su oficio. Y eso implica manipular la materia con la que uno escoge trabajar, ya sea que eso signifique plegar, cortar, esculpir, colar, cincelar, apilar, tejer, pulir. Conformar espacio requiere acción. El espacio se conforma en cuanto lo activamos, en cuanto nos activamos. Espacio es un concepto; Hacer espacio es un verbo activo. Por consecuencia, lo que he aprendido de Oteiza es que la arquitectura no se piensa, la arquitectura se hace; Transformemos la arquitectura en verbo: arquitecturar es mi oficio.

Tags oteiza, arbolgenealogico, aprendizajesimaginarios, aprender
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Aprendiendo a moverse con gracia - aprendiendo de Bustier Keaton

July 22, 2024

Hay payasos que buscan la risa ajena sonriendo ellos mismos de manera exagerada. Keaton no era un payaso. Para Buster Keaton, la exageración le resultaba un truco vulgar de la comedia. Habiendo dicho eso, dice la leyenda que su padre le había cosido una agarradera de baúl al interior de su chaqueta para poder tomarlo de ahí y sacudirlo por todos lados cuando por un tiempo actuaron juntos en los escenarios del vaudeville. La esencia de Keaton era otra. Se le conocía como cara de piedra - stone face. Si uno recorre la extensa filmografía de Keaton uno nunca lo vera sonreír. Él consideraba que tomaba mucho más talento sacarle una sonrisa o una carcajada a la gente con una cara de absoluta seriedad que el hacer todo truco de gesticulaciones extrañas. Para él, era el cuerpo el que comunicaba. Cualquiera de sus películas comprueba su audacia corporal. Él no estaba en escena, él la recorría. Su cuerpo era tanto más elegante cuando estaba en movimiento. Su ocupación de escena era en movimiento - él era un hombre de acción.

Me imagino, que al escribir, dirigir y actuar sus películas la clásica frase de “acción” la tomaba de manera literal y en realidad lo ponía en una marcha imparable. Lo interesante y sutil de sus acciones es que él no era una persona atrabancada. Sus movimientos eran restringidos. Eso es, hasta que se veía involucrado, por no decir atorado, en un accidente. Keaton no buscaba problemas, él intentaba hacer tan sólo su trabajo. Pero parecería que los problemas lo encontraban. En sus películas, tornados lo siguen, ejércitos lo persiguen y casas se le escapan. Se podría decir, en el sentido Deleuzeano, que Keaton era un personaje problemático. No porque buscaba problemas, sino porque problematizaba las condiciones. Sus soluciones nunca eran para evitar el problema que lo confrontaba, sino se veía en la situación en donde incorporarse al problema era la única solución posible. Se podría decir que él era una pieza más de engranaje a una maquinaría de complejidades.

Imagínense la siguiente escena: La casa que Keaton ha construido, que fue un regalo de bodas, era una casa prefabricada que venia en una serie de cajas con instructivo para que fuera armada en sitio. La casa fue ensamblada por él mismo siguiendo, como era su costumbre, las reglas al pie de la letra. Lo que él no se dió cuenta es que un viejo contrincante le había cambiado los números de las cajas. Un uno se convierte en cuatro, un tres en ocho. Así es que cuando Keaton lee en el instructivo que la pieza ocho va encima de la siete, él, en realidad, termina poniendo la pieza tres encima de la siete. Así, la casa termina con un techo torcido, una puerta que abre al vacío y ventanas a alturas que no pueden ser abiertas.

Ahora imagínense la siguiente secuencia: Ya habitando la extraña casa, un tornado se aproxima y hace que la casa empiece a girar sobre su propio eje. Keaton, su esposa y todos sus invitados de boda son expulsados de la casa por el tornado. Keaton intenta volver a ingresar a la casa pero la puerta gira más rápido de lo que él puede correr. Se le ocurre, al perder el paso y tropezarse, que el barandal al cual se esta agarrando le puede servir como brazo de extensión para alcanzar la puerta. Pronto el mismo barandal se vuelve escalera y vemos a Keaton pasar de correr a escalar para finalmente lograr entrar a la casa por la puerta, en el segundo nivel, que daba a la nada. Todo esto ocurre en cuestión de segundos y Keaton no duda ni un segundo. Sus movimientos fluyen de uno a otro con la elegancia y precisión de una bailarina. Keaton nunca parece tener tiempo para reflexionar sobre una posible solución al problema. Él simplemente decide correr con el problema.

Como todo genio, Keaton hace que las cosas más difíciles se vean fáciles. Él baila, en el sentido de saber moverse a partir de los movimientos del otro, con el contexto. Inclusive, cuando uno llega a ver a Keaton interactuar con otra gente, la relación parece impersonal, distante. Es cuando él se ve conectado con alguna maquinaria - barco, tren, casa - que hace que dichos elementos se animen. Él baila con mayor agilidad con maquinas, y no por estar inertes, que con gente. El cómico del cine mudo se vuelve una pieza más de la maquinaria y en su conexión se construye una maquina/hombre nunca antes vista.

Como arquitecto, admiro particularmente la capacidad de Keaton para integrarse al mismo tiempo que alterar su contorno. Me parece que en ocasiones la arquitectura se piensa como una escenografía, un fondo pasivo a los eventos cotidianos. En oposición, Keaton, no nos muestra, ya que ninguna de sus acciones son artificiales, sino que encarna, con su propio cuerpo, al Homo Ludens de Johah Huizinga. Keaton se involucra con todo lo que lo rodea y así termina transformando su contorno. Keaton es pura acción; Keaton es un agente del habitar. No habita por habito, sino hace del habitar una acción consciente. Con Keaton, como con nadie más, habitar asume su rol de verbo. Keaton habita su contorno en cuanto a que lo transforma y se ve transformado por él. Con Keaton, hay co-habitación - cuerpo y arquitectura. Me imagino que nuestro contorno, tanto como nuestra arquitectura, se volvería más divertida, más educativa y más compleja, si la diseñáramos no para gente pasiva sino para a-gentes activos como Keaton.

Tags aprendizajesimaginarios, aprender, arbolgenealogico, keaton
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Aprendiendo a detallar - Aprendiendo de Carlo Scarpa

July 3, 2024

Se dice que dios esta en el detalle. De ser así, entonces Carlo Scarpa debió de ser una persona, si no muy cercana a dios, por lo menos, sí profundamente espiritual. Me parece que Carlo Scarpa disfrutaba, como ningún otro arquitecto, poner su atención al detalle. Pero que no se malinterprete mi comentario. No quiero decir que la arquitectura de Carlo Scarpa sea, tan sólo, una arquitectura detallada. Eso lo es sin duda, pero también me parece que es algo más. Y creo que la diferencia se da en que él no solo se enfocó en el detalle como un gesto fetichista donde se celebra puramente la elegancia con la que se resuelve un problema técnico. Me parece que Carlo Scarpa convirtió el detalle en la manifestación física de un ritual. Debo sonar como uno de esos desesperados fanáticos de la arquitectura que intentan recuperar el valor de la arquitectura proponiendo que las grandes obras arquitectónicas pueden, no solo mejorar nuestras vidas cotidianas, sino pueden llegar hasta llevarnos a un estado de transcendencia espiritual. Pero es todo lo contrario, lo que quiero llegar a argumentar con respecto a la arquitectura de Carlo Scarpa. Para mi, la aportación principal de Carlo Scarpa fue el tratamiento cotidiano que le da al detalle. El detalle, en la arquitectura de Carlo Scarpa ocurre para celebrar los rituales cotidianos. En ese sentido, diría que su arquitectura es primordialmente fenomenológica.

Fue en un verano entre semestres de la escuela de arquitectura que un par de amigos decidimos hacer un viaje de mochila a Europa. Nuestra intención principal era visitar las obras de los grandes maestros que tanto admirábamos a partir de fotografías. Teníamos pensado visitar el pabellón Alemán en Barcelona y la Neue Nationalgalerie de Mies van der Rohe; Teníamos pensado visitar el convento de La Tourette y la capilla de Ronchamp de Le Corbusier; Teníamos pensado visitar el templo de la Sagrada familia y el parque Güell de Antoni Gaudí. Pero desde entonces, lo que más me hacía ilusión era visitar las obras de Carlo Scarpa. Acabamos visitando el Museo de Castelvecchio, el cementerio Brion y varias de sus obras en Venecia.

No tenía noción de la escala del Museo de Castelvecchio. Justo pasando a través del muro Romano que resguardaba el castillo, veía ya en la distancia la escultura ecuestre a la que Scarpa envolvió con una serie de elementos de circulación que permiten al visitante ir observándola desde distintos puntos de vista. Ese era el punto al que yo quería llegar. Sabia que en camino a la escultura vería tantos otros detalles que ya había estudiado en sus publicaciones. Ansiaba ver su muro de acceso que le da privacidad al vestíbulo del Museo; Ansiaba ver la manera en que sus pisos de mármol se veían separados de los muros por una tira de piedra rústica, dejándonos reconocer, como en las ruinas arqueológicas, qué parte del edificio es original y qué parte fue una intervención suya. Ansiaba ver las escaleras de metal plegado que parecen estar suspendidas del techo y que tan sólo se acercan, en gesto de respeto, al muro rústico original. Ninguno de estos detalles me decepcionó. Todos estuvieron a la altura de mis altas expectativas. Pero fue hasta el final del recorrido, nuevamente en el jardín que separaba el muro de protección con la edificación principal, sentado con mi amiga, en lo que ambos recuperábamos nuestro aliento y dejábamos que todos los detalles que habíamos visto se asentaran en nuestras memorias, que vi una pequeña fuente. Mi deseo por refrescarme le ganó a mi cansancio y me paré para acercarme a ella. La fuente tenia un borde de piedra cuadrada al ras del pasto, que no demarcaba ninguna limitación a acceder el cuerpo de agua. En medio de la fuente, un elemento escultural ligeramente más bajo que mi altura desbordaba agua. En ese instante se me antojó acercarme al chorro y beber de él. Pero la distancia entre el borde y la escultura que generaba el chorro era demasiado para mí. De pronto note un bloque de la misma piedra que conformaba el limite de la fuente cuya altura sobrepasaba el nivel del agua. La piedra no debía tener más de veinte por viente centímetros. Justo el espacio necesario para pisarla, inclinar el cuerpo y poder alcanzar el chorro. No había en esta piedra ninguna de las atenciones al material o a la unión entre materiales que tanto distinguía a la sensibilidad de Scarpa. La piedra así parecía haber sido abandonada por accidente dentro del espejo de agua. Aun así era claro que esta piedra no estaba ahí por accidente. Carlo Scarpa la había colocado ahí como apoyo corporal para aliviar la sed de tantos otros visitantes como yo.

La confrontación con el cementerio de Brion fue muy distinta. Habíamos caminado ya un par de kilómetros desde la estación del tren y ahora nos veíamos sumergidos en el paisaje de la campiña italiana. Mi compañera de viaje y yo apreciamos haber olvidado nuestro propósito de la excursión y caminábamos sin prisa simplemente platicando ya no recuerdo de qué pero sin duda no era ni de arquitectura ni de Carlo Scarpa. De pronto, notamos un muro de concreto que parecía haberse ido mimetizando con el paisaje. Habíamos llegado. Reconocíamos las texturas de Scarpa y finalmente comprendimos su sensibilidad. Este era un lugar que debía sentirse como una ruina. Este era un lugar que aparentaba llevar tiempo asentándose en el paisaje. Finalmente llegamos a la puerta de acceso. Scarpa sabía construir expectativas. A sus proyectos uno se va acercando poco a poco; uno los va rodeando hasta verse sumergido en su espacialidad. Nunca te confrontan; nunca te invaden. La puerta estaba entre abierta, pero aun así nos costó trabajo moverla. La puerta es literalmente un muro de concreto. Afortunadamente, dicho muro corre sobre un riel. No se si han visto en alguna publicación la jaladera que Carlo Scarpa diseño para esta puerta en particular. Es una jaladera bastante peculiar. Un tubo de cobre corre verticalmente el concreto hasta doblarse a la altura de un brazo plegado y ahí se tuerce a noventa grados y se proyecta unos quince centímetros hacia afuera de manera perpendicular a la superficie de la puerta. Eso implica que uno debe pararse paralelamente a la puerta y jalar hacia uno mismo o, en nuestro caso, ya que la puerta estaba ya parcialmente abierta, empujar con todo el cuerpo inclinado. De primer impacto me pareció un detalle poco practico. Definitivamente no era cómodo. Mucho menos fácil. Pero me imagine, con lo atento que era Scarpa a cada detalle, que éste no era un error. Su intención debió ser producir una puerta difícil de abrir. Al final de cuentas uno no estaba entrando a casa. Uno estaba entrando a un cementerio. Y quizá por ello uno debería de estar consciente de que se esta pasando un umbral. Uno, al final de cuentas visita un cementerio para visitar a gente querida que se ha ido de este mundo. Nada cotidiano en ello. Scarpa debió sentir la necesidad de recordarnos la fragilidad de nuestra existencia. El tubo de latón nos hacia conscientes de toda la humanidad que había penetrado dicho umbral en cada huella digital que permanecía testarudamente en su superficie. Apenas estábamos entrando. Este era un detalle menor de miles por ver y apreciar. Pero en esos quince centímetros de latón, en esos dos metros por dos metros de concreto sobre ruedas, Carlo Scarpa había generando el umbral más sublime que yo jamas había penetrado.

Ya para Venecia hablamos tenido suficiente de recorridos arquitectónicos. Estábamos agotados. Y ademas, la ciudad entera era un recorrido magistral de arquitectura. Ya no hacia falta buscar particularmente los proyectos de Scarpa. Nos permitimos caminar y perdernos por los pasillos laberínticos y por los puentes que abrían la vista a los canales que no por ello dejaran de ser laberínticos. Estaba lloviendo ligeramente. Pero eso no iba a arruinar nuestras exploraciones por la isla. Uno se acostumbra en Venecia a estar rodeado de agua. Ademas, era época de marea alta, lo cual implicaba, en ocasiones, caminar sobre plataformas temporales que habían sido levantadas sobre los pasillos existentes para permitir a uno caminar por encima del agua. Sin darme cuenta, me había detenido al lado de un muro con una ventana circular. La reconocí. Era una ventana diseñada por Carlo Scarpa para el Banco Popular. Su borde circular sobresalía del eje del muro por tan solo unos milímetros. Suficiente para hacer que el agua que bajaba por el muro tomara la circunferencia y se viera llevada a un pequeño relieve rectangular que escondía por un instante al agua para hacerla salir nuevamente del más pequeño de los círculos imaginables. Era una micro fuente que parecía celebrar con humor su función. Ya ni ganas me dieron de hacer un comentario o reflexión profunda sobre la maestría de Carlo Scarpa a mi compañera de viaje. Tan solo me reí. Nunca antes un detalle arquitectónico me había hecho reír. Me parecía que tanto diseño para un bota aguas para tan sólo para sacar un chorrito de agua era como ver a David enfrentarse a Goliath. Pero en esta ocasión ni siquiera se esperaba que David triunfara heroicamente. Había cierta dignidad en asumir que el detalle era menor y que nunca podría controlar una bajada de agua pluvial. El detalle, me parecía, existía simplemente para reconocer a la arquitectura como un acto menor en relación a lo sublime de la fuerza de la naturaleza y a su fuerza climática. Al final de cuentas me encontraba parado en una isla artificial que un imperio generó para intentar conquistar una tierra inexistente. Y aun así, Scarpa trato un detalle menor con toda su atención y con todo su talento. Quizá ahí reside su humanidad más que su genialidad: en tratar lo menor con toda importancia.

Tags arbolgenealogico, aprendizajesimaginarios, aprender, detalles, scarpa
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Aprendiendo a trabajar - aprendiendo de Richard Serra

June 15, 2024

Me topé con la frase como uno se topa con una piedra: “work generates work”. El trabajo genera trabajo. Una epifanía. Ahí estaba yo sentado en un café que había montado en cuanto regresé a México después de una ausencia que extendía la mitad de los años con los que contaba en ese entonces con la ilusión e intención de ir conociendo a gente y, con algo de suerte, poder conectar con mis primeros clientes. Pero Serra proponía, entre líneas, que uno debe comenzar a trabajar (en cualquier cosa) para que surja más trabajo. Me quedaba claro que el escultor no se refería a que un proyecto es el comienzo de un portafolio y que tampoco se refería a que, de una recomendación, te puede salir otro proyecto. (Que no deja de ser eso también aplicable). Richard Serra, me parecía, estaba hablando más bien de comenzar a perseguir tus ideas y que una vez que persigues una idea se comienza a hilar con otra. Serra proponía actuar. Lo que en su caso especifico quiere decir trabajar la materia. De ahí que sea un gran escultor. Él hace. Él hace el manifiesto más activo que conozco: una lista de verbos – cortar, doblar, torcer, rolar, girar, curvear, tirar, amontonar, suspender, levantar… Su quehacer es hacer y su hacer es a través de manipular la materia.

La materia que él ha escogido es el metal. Placas de metal monumentales. Sus disposiciones son extremadamente arquitectónicas. Sus esculturas alteran el espacio que ocupan. Su escala se relaciona directamente con el cuerpo. Uno se relaciona con ellas, no como objetos a contemplar, como en la escultura clásica, sino como dispositivos espaciales. Uno se mueve entre ellas, en relación a ellas.

Quizá sus esculturas más reconocidas son sus elipses torcidos, laberintos aparentemente sencillos que van girando en si mismas en cuanto uno las va recorriendo. Uno adquiere consciencia corporal al recorrerlas. En ocasiones parecen distanciarse del cuerpo, en ocasiones parecen inclinarse a él. En ocasiones una superficie se distancia del cuerpo mientras la otra se inclina. En ellas, el cuerpo se tuerce mentalmente. Queremos torcernos con ellas. Queremos acompañar su recorrido. Esta serie de esculturas son impresionantes, únicas. Pero por ello mismo no son mis favoritas. Mis favoritas son placas sencillas, lineales, sin tanto juego geométrico y sin torsión. Mis esculturas favoritas de Serra son sus placas lineales insertadas en espacios neutrales. Ellas, un su simplicidad, reconfiguran completamente el espacio existente. Una escultura simplemente se coloca paralelamente al muro del fondo del espacio, dejando suficiente espacio a los lados y arriba de ella para poder ver el muro de fondo pero no para pasar a él. Otra escultura llega en diagonal a la esquina del espacio haciendo sentir que el espacio ha sido atravesado. Queremos seguir su trayectoria pero la unión de los muros existentes nos bloquean el recorrido. Otra escultura genera una diagonal a nivel piso mientras otra diagonal, en sentido opuesto, generando una X que pasa por encima de nosotros. Su materialidad es consistente, él trabaja con metal oxidado. Eso les aporta un aspecto abstracto. Pero también una atracción táctil. Parecen en si mismas contener el paso del tiempo. Sus esculturas son monumentales en el sentido más simple del termino y por ello el más contundente. Son monumentales por su presencia material y por su fuerza espacial.

Y que decir de sus dibujos de gran escala. Uno se para en frente de ellos reconociendo que tan sólo son papel y carbón pero su densidad material los transforma en superficies densas. El mínimo grado de inclinación entre un bloque de negro en relación a otro bloque de negro abre por completo un sentido de espacialidad. Nos imaginamos pasando entre ambos bloques, una vez más sintiendo su peso en relación a nuestro cuerpo.

Para mi Richard Serra es el escultor más arquitectónico que conozco. De Serra he aprendido que trabajar tiene sentido cuando se trabaja la materia. Todo lo demás es ocuparse. De Serra he aprendido la densidad de una superficie y he aprendido que una superficie insertada en un espacio altera la espacialidad existente. De Serra he aprendido que el material en bruto tiene vida. De Serra he aprendido que el espacio no se percibe con la vista sino con el cuerpo entero. También he aprendido que uno le puede dedicar toda la vida a un material, a una idea. Y que una idea lleva a otra idea. Eso es, si aprendes que las ideas no se tienen, sino se trabajan.

Tags serra, aprender, arbolgenealogico, aprendizajesimaginarios
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aprendiendo a coleccionar - aprendiendo de Joseph Cornell

May 1, 2024

Joseph Cornell es la definición encarnada de un coleccionista. Él guarda todo. Nada es basura para él. Todo objeto tiene potencial de ser parte de un tesoro. Y es Joseph Cornell quien los convierte en tesoro. Su arte es el arte del ensamblaje y su dispositivo es la caja. En cajas él guarda tesoros. Para un ojo torpe, sus cajas están llenas de objetos ordinarios. Pero para un ojo sensible, sus cajas están llenas de imágenes oníricas, de sueños materializados. Joseph Cornell, despierto, nos recuerda la estética de los sueños. Joseph Cornell, artista, trabaja a partir de la caja. La caja es el mecanismo que le da orden a la variedad excéntrica de ensamblajes. Cada caja es un pequeño universo. Cada caja es un fragmento de un sueño. Sus ensamblajes provocan a la imaginación. Cada objeto en sus ensamblajes, aislado, sería basura. Bajo sus composiciones, cada objeto juega un papel, forma parte de una narrativa surrealista y poética.

Se dice que su estudio parecía un gabinete de curiosidades. Guardaba, en todo tipo de cajas, todo tipo de objetos. Clasificaba sus objetos en categorías en si bastante dispares: conchas, conchas de plástico, lentes, partes de reloj, resortes, bolas de madera… En su estudio, dicen, se podían apreciar varias cajas en proceso. Nunca se sabia cuando una de ellas estaba terminada. Parece que le gustaba rodearse de su trabajo e ir trabajando en él en cualquier momento. Un día cualquiera de las cajas en proceso adquiría un nuevo objeto que cambiaba completamente su composición interna. Cada objeto jugaba con los objetos que lo acompañaban. Ahí la lógica de sus ensamblajes. Un mapa desgastado generaba el fondo de la caja. Un trozo de madera, aparentemente desgastado por el mar, era posicionado en la parte baja de la caja. De ahí el mapa tomaba forma de cielo. El trozo de madera se convertía en un barco. Una varilla en la parte alta de la caja sostenía una serie de aros. Parecen referencias a lunas vacías. Dos cilindros de cerámica apoyan la ilusión. Uno tiene pintado una serie de estrellas. El otro tiene una perforación redonda, una luna ausente. Clavos, irregularmente colocados en la parte más alta de la caja hacen referencia a puntos de referencia en un mapa. No mas de una docena de objetos y aun así se logra provocar toda una noción de viaje, de exploración, de búsqueda persiguiendo al descubrimiento. Joseph Cornell es viajero, navegante, explorador, descubridor, astrónomo. Y afortunadamente, con cada caja, nos invita a viajar con él. La narrativa contenida en la caja no es lineal. Joseph Cornell nos exige que usemos nuestra imaginación. Nos exige que interpretemos, cada uno a su manera, sus ensamblajes llenos de asociaciones, vagas apropósito, abiertas a interpretaciones personales. Otra caja, abierta a la mitad, presenta dos escenarios: en un lado el fondo lo ocupa una foto en blanco y negro de un hombre. En su ojo, se coloca una llave. Del otro lado, un anuncio de periódico hace mención de las peripecias de Houdini. Se llega a notar el dibujo de unas manos atadas por esposas. Se incluye un mecanismo de reloj bastante extraño. Se incluye un maletín negro diminuto. Y se incluye una botella de vidrio rellena de otros tantos objetos de vidrio azul. No me pidan ni siquiera intentar interpretar este sueño particular. Requeriría el talento del mismo Houdini encontrar la llave que abre la mente en el momento justo en que Joseph Cornell le dió forma a esta caja. Y de ahí la magia de su trabajo. Nada nos es dado de manera directa. Tenemos que jugar su juego, sumergirnos a su universo. Nos convertimos en scavengers, en recolectores. El juego es intentar descifrar las asociaciones creadas por el artista. Pero relájense, no hay mala interpretación. Lo que cuenta es la búsqueda. La búsqueda es el tesoro.

Una vez leí una frase que decía que los artistas viven aterrados a ser incomprendidos, pero que Joseph Cornell vivía aterrado de lo opuesto, vivía aterrado de ser comprendido. Para Joseph Cornell, cada caja contiene su propia llave. Y aun así cada caja requiere de la misma llave: la imaginación.

Joseph Cornell, al final de cuentas, era un coleccionista de visiones. Sus amigos, afortunados, recibían hermosas cartas compuestas bajo la misma lógica que su cajas. Él mismo quiso entrar en el intercambio. Y se mandaba cajas empaquetadas a su propia dirección. El desfase en tiempo entre que las mandaba y las recibía eran suficiente para generar un sentido de sorpresa. Joseph Cornell era un alquimista. Lo que tocaba se transformaba. Había algo de hechicero en él. Le impartía a lo que a primera vista parecía ordinario una cualidad intangible de magia.

Lo que he aprendido de Joseph Cornell es que inclusive el más informal y desordenado de coleccionistas necesita de cierta metodología. Lo que he aprendido de Joseph Cornell es que cada uno construye su propio universo y que es uno quien le da el valor a las cosas. Hay valores monetarios y hay valores poéticos. Lo que he aprendido de Joseph Cornell es que la manera en que uno acomoda las cosas tiene consecuencias. Hay gente que acomoda las cosas de manera funcional y hay gente que acomoda las cosas de manera que incitan a la imaginación. Lo que he aprendido de Joseph Cornell es que el trabajo que uno mismo hace debe sentirse como un regalo a uno mismo.

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aprendiendo a imaginar - aprendiendo de Yoko Ono

April 7, 2024

Yoko Ono suena absurda. Ella no se debió de tomar personalmente muy en serio. Me parece que como artista tenía toda la intención en provocar que nosotros nos dejáramos de tomar en serio. Su producción artística consiste principalmente en instrucciones para eventos. Pero para Yoko Ono los eventos son minúsculos. Son retos o tratos con uno mismo. Uno no puede seguir siendo el mismo después de conocer el trabajo de Yoko Ono. Inclusive si uno se rehusa a participar en sus proyectos, ella ya se metió en tu inconsciente. Ella opera como un monje Zen. Entre menos dice, más te hace escuchar. Entre menos hace, más te hace reaccionar. Ella es una poeta de la simplicidad. Ella se imagina sinfonías del sonido de la nieve cayendo en el piso. Ella se imagina sinfonías sobre la respiración de un cuarto. Su oído debe ser de una finesa absoluta. Ella parece escuchar lo imperceptible. Y afortunadamente, nos pide, bajo instrucciones que nunca son imponentes, que seamos cómplices de su sensibilidad. Sus instrucciones son mecanismos para activar la imaginación. Requieren de un estado cercano a Nirvana. Ella se imagina una pintura que se genera en cuanto dejamos el lienzo al aire libre. Ella se imagina un mapa para perderse.

Yoko Ono trabaja con el absurdo pero se lo toma con toda seriedad. Ella es una niña. Y le cuesta trabajo que no te puedas imaginar un mundo cómo ella se lo imagina. Ella se pregunta porqué te limitas. Ella te instruye que te abras. Todo es posible con ella. Y aun así sugiere que te hagas chiquito. A Yoko Ono le gusta aislar un sentido para que todo el enfoque se concentre en él. “Ve poco, escucha poco y piensa poco”, nos instruye, pero hay en esas simples instrucciones una exigencia por hacerlo de manera profunda. Yoko Ono, como monje budista, esta en búsqueda de la consciencia total.

Pieza para dormir 1

Escribe todas las cosas que quieres hacer.

Solicita a otros que las hagan y duerme

Hasta que ellos las hayan terminado

Pieza para dormir 2

Escribe todas las cosas que pretendes hacer.

Muéstraselas a alguien.

Déjalo dormir hasta que hayas terminado

De hacer las cosas.

Un ejercicio en dos partes. En una un compromiso total. Tú haces mientras el otro descansa. En el otro, tú duermes mientras otra persona hace. Desprendimiento total. El trabajo de Yoko Ono exige ambos. Compromiso total a una tarea aparentemente sencilla; Desprendimiento de la lógica, persecución hacia lo absurdo, hacía el descubrimiento. Un micro despertar, de eso va el trabajo de Yoko Ono.

Lo que he aprendido de Yoko Ono es que la vida puede consistir de pequeños ejercicios. Y que esos ejercicios pueden tener una intención poética, dando por resultado una vida poética. Lo que he aprendido de Yoko Ono es que hay que recuperar nuestro espíritu infantil. No hay ejercicio absurdo. Todo ejercicio tiene una lección. Toda lección es un paso hacía la consciencia. De Yoko Ono he aprendido que de lo aparentemente más sencillo vamos enriqueciendo nuestra vida. De Yoko Ono he aprendido que lo más sencillo (y por consecuencia lo más difícil también) es imaginar.

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aprendiendo una visión utópica - aprendiendo de Constant

March 27, 2024

Hay tres razones por las que me fui a trabajar a Amsterdam después de graduarme de la universidad: La primera es porque tenía ganas de vivir en otra ciudad. Llevaba la primera mitad de mi vida viviendo en la Ciudad de México y la segunda mitad de mi vida en Austin, Texas. Quería un cambio de escena. Así es que cuando descubrí que la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Texas en Austin contaba con un programa de apoyo profesional donde ellos te ayudan a buscar un trabajo de entrenamiento para comenzar tu carrera profesional, mandé mi portafolio no tanto a despachos que admiraba sino a despachos que se encontraran en ciudades que me llamaran la atención. Entre ellos estaba Nueva York, Londres y Amsterdam, ya que uno de mis filtros para seleccionar ciudades era que se hablara Ingles ya que no quería estar batallando en medio del trabajo intentando aprender otro idioma. La segunda razón fue que el despacho que contacté en Amsterdam fue el primero en contestarme con una propuesta de trabajo viable para mis circunstancias. Y la tercera razón fue porque me emocionaba la posibilidad de visitar las escuelas que Herman Hertzberger había diseñado por todo su país. Pero para mi sorpresa, no fue ni Amsterdam como ciudad ni la escuela de Montessori de Hertzberger en Delft lo que más me impacto de mi estancia en Amsterdam. En realidad, lo que más me afecto, en el sentido que hizo que mi vida como yo la conocía tomara un camino distinto fue un dibujo de no más de cincuenta por setenta centímetros. Pero es que hay que entender que hay cosas que te impactan independientemente de su tamaño. Como solía hacer la mayoría de los fines de semana en Amsterdam, decidí ir a explorar uno de los múltiples puntos de interés cultural que la ciudad de Amsterdam ofrece. Ese día tenía en la agenda visitar el Stedelijk Museum. A comparación del Rijksmuseum, cuyas dimensiones y colecciones sobrepasan exponencialmente las del Stedelijk Museum, mis expectativas no eran altas, tan sólo quería seguir conociendo nuevos puntos de la ciudad. Quién iba pensar que ese día, que parecía un día común, mi visión de la arquitectura se iba a ver alterada por completo.

Permítanme regresar a mi confrontación con el pequeño dibujo. Al entrar al museo, uno sube unas escaleras anchas que culminan en el acceso a la galería principal del museo. Pero antes de llegar ahí, hay un descanso en las escaleras que da acceso a dos pequeños espacios de exposición. Supongo que no sería difícil que dichos espacios laterales pasaran usualmente desapercibidos. Yo en realidad no los había notado hasta que vi salir de una de ellas a un señor con sombrero y un traje de cuadros elegantísimo. Él en si capturó mi imaginación. Así es que decidí por lo menos asomarme al lugar de donde él venía. El espacio era diminuto. Tan solo había unos ocho dibujos colgados en las paredes. Todos los dibujos parecían contener una energía latente. Estaban dibujados a tinta, con trazos energéticos. La mayoría de los trazos eran lineas que iban conformando distintas redes estructurales que daban la ilusión de ser andamios en mero ensamblaje. Los dibujos estaban invadidos por manchas negras que si uno se acercaba daban la impresión de ser siluetas de personas. Todos los dibujos me llamaron la atención. Vi de quien eran. Un artista conocido simplemente como Constant. La ficha técnica indicaba que los dibujos en la sala conformaban tan sólo una milésima parte de la producción que el artista había llevado a cabo durante veinte años en persecución de una visión utópica de una ciudad que él llamaba la Nueva Babilonia. Sus habitantes - Homo Ludens - se proponían como seres creativos que en vez de trabajar jugaban con el espacio. La noción de una ciudad cuyo propósito principal era jugar a construir y reconstruir constantemente la misma ciudad completamente capturó mi interés. Volví a ver con mayor atención cada uno de los dibujos de la exposición. Uno en particular, se me quedó grabado como una canción pop que se rehusa a desvanecer de la mente.

El dibujo se llama Labyratoire. Con el puro nombre ya era digno de toda mi atención. La palabra por supuesto que no existía. Era una de esas palabras que Gilles Deleuze definiría como palabras valijas, que están compuestas por la mezcla de dos palabras distintas pero cuya confrontación generan un concepto que no le pertenece ni a una palabra ni a la otra sino a una tercera condición que está por surgir. Un laberinto mezclado con un laboratorio. ¿Qué quería significar Constant con esa mezcla de conceptos? ¿Un espacio para experimentar la noción de perderse, o un laberinto cuya experiencia misma fuera el experimento? Veamos las claves que Constant nos ofrece en su representación gráfica. Tenemos una serie de paneles sueltos en el espacio. En el fondo se ven unas estructuras verticales que podrían ser torres telefónicas. Hay un par de escaleras recargadas a los paneles, aunque si uno se fija bien una de ellas parece estar parada por si sola. Hay una serie de trazos repetitivos en formas circulares dandole a la composición una sensación de estar en medio de un torbellino de actividades. En la parte izquierda alta del dibujo, se suspende una silueta parecida al contorno de un tronco cortado visto desde arriba. En él centro de él se ve un garabato denso con una flecha dirigiéndose a su periferia. De cierta manera la imagen/diagrama parece un mapa de una ciudad. Pero quizá lo más peculiar del dibujo es lo que a primera instancia parece una mancha negra en medio de la composición. Por sus trazos, que parecen seguir el punto de fuga de un panel a su izquierda, uno podría pensar que es tan sólo otro panel en sentido opuesto que el artista a decidido sombrear. A mí me parece esa mancha es la silueta de un ser humano en movimiento. Muchos lo podrían cuestionar, pero si revisamos la filosofía detrás de la propuesta de Constant para la Nueva Babilonia, no sería tan sorprendente imaginar que esa mancha negra es el gesto de un hombre en acción, un hombre haciendo parkour entre los elementos arquitectónicos que el artista ha dispuesto libremente en el espacio. Constant planteaba que la Nueva Babilonia sería una ciudad en constante construcción, en donde la gente usaría su tiempo y energía para reconfigurar el espacio por el simple placer que implica el tomar el espacio y apropiarse de él. Para Constant, los habitantes de la Nueva Babilonia se considerarían Homo Ludens en cuanto a que serian gente que juega. Y el dispositivo principal de juego que Constant provee es el espacio mismo. La Nueva Babilonia no tendría necesidad de arquitectos y urbanistas. Todos los habitantes serian constructores. No por necesidad ni por ser expertos en ello. Re-configurarían constantemente el espacio que los rodea simplemente por curiosidad y por deseo. Siendo nómadas por naturaleza, ellos estarían en constante movimiento en una ciudad que se mueve con ellos. Para Constant, el Homo Ludens no se conformaría con jugar en su tiempo de óseo, jugarían como muestra básica de estar vivos. Su vitalidad se vería reflejada en aproximar su vida cotidiana como un juego. Para el Homo Ludens jugar sería simplemente habitar el espacio.

Regresando a mi experiencia frente al cuadro, solo cabe decir que no me pude contener. Salí corriendo de la sala ignorando la exposición principal a la que inicialmente había ido a ver. Tuve la urgencia de regresar a casa, sentarme y tomar una decisión que poco sabía en ese momento le iba a dar dirección a mi vida. Le dedicaría mi vida a perseguir la noción del jugar como acto de habitar; Le haría un tributo a Constant llamando mi practica arquitectónica Ludens; Aproximaría el diseño arquitectónico como la configuración de dinámicas de juego en el espacio; Mi taller funcionaria como una mezcla entre laberinto y laboratorio; Haría experimentos espaciales donde yo mismo me perdiera en el proceso por el placer de descubrir nuevas nociones espaciales; Encarnaría yo mismo la filosofía del Homo Ludens. Mi nombre es Iván Hernández Quintela, pero me pueden llamar Iván Ludens.

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aprendiendo a inventarse - aprendiendo de Sophie Calle

March 26, 2024

Imagínense a una mujer que decide que en lunes solo comerá comida color roja, en martes solo comida color verde y en miércoles solo comida color amarilla. Esta misma mujer le manda cada año una prenda a un hombre que al verlo por primera y única vez pensó que era un hombre muy guapo pero que desafortunadamente vestía fatal. En ocasiones, ella se siente comprometida con vivir un día bajo el encanto de una letra, digamos la letra “a” y escoge al azar un concepto que comience con dicha letra - anarquía podría ser una opción y entonces por todo ese día bajo el encanto del concepto de anarquía se rebela a toda regla establecida por cualquier sistema. Al otro día simplemente abandona esa postura y toma la letra “b” como determinante de su actitud y sus acciones. Pensarían que estoy describiendo a una mujer absurdamente determinada que solo se le puede inventar como se inventa a un personaje excéntrico en la literatura. La mujer les debe sonar a ficción. Y es cierto, ella es un personaje llamado Maria en una novela llamada Leviathan de Paul Auster. Pero también es una mujer, una artista, de la vida real, llamada Sophie Calle.

Digamos que empezó con Paul Auster inspirándose en las acciones artísticas de Sophie Calle para generar el personaje de Maria. Auster tomó prestado algunas manías que la artista llevaba a cabo diariamente con la disciplina de un ritual como punto de partida, y de pronto, bajo la proeza del escritor, le asignó a su personaje otras manías más que la artista pudo haber incorporado fácilmente a su vida. Así es que cuando la artista Sophie Calle se enteró que Paul Auster había tomado acciones prestadas de su vida ella decidió tomar de vuelta esas otras acciones que el escritor le había aportado a su personaje. Como resultado la ficción y la realidad se veían mezcladas. Una inspiraba a la otra. La linea de distinción se iba difuminando. Sophie Calle quiso seguir el juego y le pidió a Paul Auster que fuera el autor de sus próximas tareas. Auster se sintió demasiado responsable de determinar las acciones de otra persona. Él prefiere inventar personajes ficticios pero reconoce que la artista es una mujer absurdamente determinada y que fue esa misma determinación lo que inicialmente le atrajo de ella. Como compromiso, él le envía lo que llama Personal Instructions for SC on How to Improve Life in New York City. Si algo distingue a Sophie Calle, es que ella seguirá las reglas del juego. Ambos quedan comprometidos. El autor instruye a la artista a sonreír, a hablar con extraños, a cuidar a los indigentes comprándoles productos básicos como comida o cigarros. También da la instrucción de cultivar un sitio. Ella escoge una cabina telefónica. La limpia, la decora con un espejo y unas flores. Deja agua y un plátano para el que lo necesite. Amarra una silla al poste de la cabina para que la gente pueda sentarse. Pinta el piso en frente de la cabina de verde.

Paul Auster describe a Maria como una mujer que persigue obstinadamente ideas que la atrapan, no como piezas de arte sino como obsesiones que terminan determinando su vida. Su vida se conforma de caprichos que llevan a acciones que por su parte terminan convirtiéndose en hábitos. Tal cual, la descripción aplicaría a la artista Sophie Calle. Ella juega con todo rigor. Las tareas que se auto-designa las toma con toda seriedad. Sigue las reglas al pie de su propia letra. (No confundamos el intercambio con Paul Auster como una colaboración. Ella siempre fue el punto de partida). Ella juega a ser el personaje de Sophie Calle. Su vida se vuelve su trabajo y su trabajo se vuelve su vida. Ella se transforma simultáneamente en autora, narradora y personaje de sus propias acciones. Las reglas del juego son determinantes, le dan sentido a su existencia. Pero a cambio ella se deja ir y permite que las reglas del juego tomen control de su vida. Su vida se convierte en un performance permanente.

Tan sólo toma una casualidad para provocar una acción. Encontrar una agenda de teléfonos en la calle es una provocación, una excusa para contactar a cada una de las personas incluidas en ella con la intención de preguntarles sobre el dueño de la agenda. La idea de Sophie Calle es llegar a conocer al dueño de la agenda sin tener que fisicamente conocerlo. Ella se formará una idea de él a partir de la manera en que sus conocidos hablen de él. Es como construir un perfil sin forma. El juego es conformar un perfil de un vacío; El truco es llegar a conocer todo lo posible de una persona de manera tangencial. No hay necesidad de un encuentro, de conocerlo directamente. Su agenda se vuelve el dispositivo de conexión y el dispositivo de limitación. Sólo se hablará con las personas incluidas en la agenda, no con el dueño de la agenda.

¿Qué lleva a una persona a perseguir una tarea tan absurda a partir de una causalidad?

¿Es posible, qué como dice un critico de arte sobre Sophie Calle, que simplemente a ella no le gusta aburrirse? Pero si sus acciones son excusas para no aburrirse ¿en dónde esta la diversión en organizar una fiesta de cumpleaños donde los invitados se limitan al numero de años que la artista cumple? ¿porqué la artista disfrutaría guardar sus regalos (sin abrir) en una vitrina?

Me parece que hacerse las preguntas anteriores puede resultar inclusive más absurdo que las acciones mismas que las provocan. Ya que ninguna respuesta tendría sentido. Lo único que tiene sentido es la disposición de entrar al juego y respetar sus reglas sin importar la intención del juego. La intención del juego reside en el entrar al juego. Es el jugar con toda seriedad lo que le da placer.

Bajo ese espíritu, he incorporado a mi vida cotidiana un par de rituales que podrían parecer absurdos a la gente que necesita una razón lógica para hacer las cosas. Les comparto uno de estos rituales: Cada vez que viajo y me hospedo en un hotel, lo primero que hago al entrar al cuarto es tomar una foto desde la puerta hacia la cama y otra foto parado en frente de la ventana para captar la vista que el hotel tiene. Sophie Calle una vez logró conseguir un trabajo de mucama en un hotel con la intención de poder espiar en las pertenencias de los huéspedes. Si tuviera que explicar mis acciones diría que me interesa encontrar patrones en los cuartos de hotel, cómo siempre hay una mesa con una lampara al lado de la cama, cómo siempre hay una pantalla colgada del muro en frente de la cama. La fotografía de la ventana abierta es lo que hace a un cuarto de hotel particular. Todos los cuartos resultan muy similares, pero las vistas cambian completamente. También podría decir que simplemente disfruto tener una tarea cada vez que viajo, ya sea por trabajo o por placer. Dicha tarea le da un sentido al viaje más allá del propósito particular del viaje. Otro ritual que tengo al viajar es escribir una postal a mi mismo. La escribo en ingles, lo cual, en mi mente, hace que suene como si viniera de un extranjero. La postal consiste por un lado de un dibujo que yo mismo hago de algún sitio del lugar al que estoy viajando. Del otro lado, hago una lista de diez cosas del viaje que no me gustaría olvidar. Sophie Calle en una ocasión le pidió a su madre que contratara a un detective privado para que la siguiera. Sophie se dió cuenta cuando la seguían y a partir de ello se aseguro de darle al detective privado un día emocionante. Al final del día, Sophie se quedó pensando si le habrá caído bien al detective, si pensaría él sobre ella al día siguiente. A mi lo que me encanta es recibir mi propia postal un par de semanas después del viaje. Leerla me regresa al viaje y cumpliendo su intención, vuelvo a recordar las diez cosas que no debí olvidar del viaje.

Lo que encuentro admirable de Sophie Calle es su compromiso consigo misma. Ella ha decidido hacer de su vida un juego cuyas reglas ella misma va inventando con cada nueva acción. Eso me parece la formula perfecta para no aburrirse de uno mismo. Y ademas, en el camino, uno simultáneamente se va descubriendo de manera más profunda al mismo tiempo que se va inventando a uno mismo. Quizá la intención detrás de este tipo de acciones absurdas que se llevan a cabo con la seriedad de un ritual es al final de cuentas llevar a cabo un ejercicio con uno mismo - reinventarse para conocerse mejor y conocerse mejor para descubrir nuevos aspectos de uno mismo.

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aprendiendo a entrenar - aprendiendo de Bruce Lee

March 25, 2024

Un traje de cuerpo completo amarillo con una banda negra de pierna a hombro, unos chacos moviéndose con enorme agilidad y un chillido de animal como grito de guerra, son las características básicas que usaría para referirme a la estrella emblemática de las artes marciales conocida como Bruce Lee. Pero si alguno de ustedes se ha topado y leído cualquiera de sus aforismos, o ha escuchado rumores sobre la intensidad y profundidad de su rutina de entrenamiento, compartirán mi opinión de que el personaje de Bruce Lee que vemos en pantalla tan solo toca la superficie. Estamos hablando de una persona profunda. No solo porque llegó a niveles de maestría en su practica, sino porque literalmente reconoció que su practica era un compromiso de vida. Bruce Lee se mantuvo en constante entrenamiento, ya sea de su cuerpo, de su mente o de su espíritu. Con ello, el atleta filosófico nunca se estancó. Él siempre estuvo buscando, buscando mejorar, mejorarse. La vida de Bruce Lee fue una vida dedicada al devenir - al transformarse, día con día, a través de una auto-exigencia disciplinada, en una persona que busca acercarse constantemente a su potencial.

Me gustaría tomarle prestadas un par de frases que he adoptado para dedicarme, yo mismo, a mi propia versión de mi devenir. Inicio con una frase sobre el enfoque, eso a lo que le ponemos atención. Pensaran que después de alabar las múltiples facetas de la vida de Bruce Lee, viene implícito que el hombre se partió en fragmentos, haciendo un poco de esto y otro poco de lo otro. Pero Bruce Lee entendía que el enfoque era más sobre una actitud - de concentración y dedicación - que uno tomaba al hacer cualquier cosa. El decía: To spend time is to pass it in a specific manner. Su tiempo, lo acabó dedicándoselo a si mismo. Ya fuera que eso significara salir a correr todas las mañanas, retomar una escena hasta que él la considerara digna de ser proyectada o pasar tiempo jugando con su hijo o su esposa. En ingles, la palabra spend es indispensable. Uno no pasa el tiempo porque entonces querría decir que el tiempo se nos pasa. Él aclara que uno invierte su tiempo. Uno gasta, no el tiempo, sino esfuerzo. Por lo tanto, más vale que el esfuerzo se ponga en algo que valga la pena.

La siguiente frase tiene que ver con la intención de ser maestro. A good teacher is merely a catalyst. Para Bruce Lee, un buen maestro no es alguien que enseña bien. Para Bruce Lee, un buen maestro es un catalizador. El Maestro no tiene nada en particular que enseñar, su labor es hacer que ocurra algo que lleve al alumno al aprendizaje. Así, un buen maestro es esa persona que pone en lugar las condiciones que facilitan el aprendizaje. ¿Cuales son esas condiciones? Me parece, tomando como muestra los múltiples libros de aprendizaje de Jeet Kune Do que Bruce Lee desarrolló, donde a pesar de que se muestran una serie de diagramas de cómo llevar a cabo una postura o un golpe acompañados por instructivos precisos, Bruce Lee siempre termina recomendando al practicante que pruebe para ver si el movimiento que él esta recomendando le funciona y que si no haga los ajustes necesarios teniendo en cuenta que la intención principal es la eficiencia de movimientos en relación al impacto del golpe. Entre más breve y rápido sea el movimiento, mayor el impacto. Lo interesante es que Bruce Lee no cierra la puerta a que el movimiento solo pueda ser de una manera. Él comprende que cada persona tendrá su propio mecanismo de movimiento y que lo importante es buscar la combinación correcta para lograr la mayor eficiencia posible. Ahí esta la lección: Bruce Lee es un catalizador en cuanto a que convierte a sus alumnos en practicantes, no importa de qué, lo importante es que uno lleve a cabo la acción para comprender la acción. Así, el aprendizaje es propio. El buen maestro no da las respuestas; El buen maestro establece las dinámicas del reto. El aprendizaje esta en la ejecución del reto. No tanto en el resultado del reto, sino en el proceso de atravesar el reto. Así, el buen maestro es un catalizador y el alumno se ve transformado por la experiencia.

De ahí deviene la siguiente frase: I will form habits designed to bring the power of my will into action. La frase se me hace interesante por que no asume que la voluntad de hacer algo es suficiente. Bruce Lee reconoce que inclusive a la voluntad hay que ayudarla, principalmente desarrollando hábitos que llevan a la acción. Permítanme intentar traducir la frase completa: Yo formare hábitos diseñados a llevar el poder de mi voluntad a la acción. Con la traducción me saltan un par de palabras más. Me parece interesante que Bruce Lee no plantea que uno adopta hábitos, como se suele decir, implicando que es algo que simplemente se acoge y ya es suyo. Él plantea que los hábitos se forman, y como con todo lo que se forma, se requiere que se le vaya dando forma poco a poco. El habito no aparece de repente. Ni siquiera es algo que en su simple repetición se conforma. Al habito, hay que irlo trabajando con constancia pero también ajustándolo para que nos quede - en el sentido de portarlo como si fuera una vestimenta - mejor. El habito requiere adaptación - en cuanto a saberse acomodar - a nuestra vida para que el habito se vuelva parte de nuestra vida. ¿Pudo haber simplificado -Bruce Lee la frase a I will form habits of action para hacerla más directa y contundente? Quizá no, quizá su intención cambia sutilmente. Ponerse en acción es diferente a poner la voluntad en acción. Ponerse simplemente en acción podría perder el propósito especifico. Poner la voluntad en acción es enfocar las acciones hacia lo que la voluntad busca.

Por último, voy a tomar prestada su frase sobre la paciencia - Patience is not passive, on the contrary, it is concentrated strength. Reconociendo que no soy muy paciente, he intentado, al meditar, hacer jardinería y dibujar meticulosamente, mejorar mi paciencia. Me queda claro que no es suficiente intentar simplemente ser más paciente. Uno debe trabajar en ello. Solía pensar que, en gran parte, ser paciente era tener la capacidad de resistir a actuar de manera precipitada. Por lo tanto, relacionaba la paciencia con la pasividad. Mi reacción inmediata, al verme en un ataque de impaciencia, era tratar de no responder a la situación. De cierta manera me parecía eficiente congelarme. Por lo menos mi inmovilidad me alejaba de hacer algo imprudente por pura desesperación. Pero leyendo sobre la manera en que Bruce Lee trabajaba en su paciencia, me he ido dando cuenta que la paciencia es una acción y no una característica personal. Uno no es paciente, uno actúa con paciencia. Por lo tanto, puedo dejar de pensar sobre mi como una persona impaciente. Ese reconocimiento, al simplemente aceptarlo, abría la puerta a permitirme responder a una situación de manera impaciente. Al final de cuentas, estaba en mi ADN. Todo en mi ser brincaba a la impaciencia. Lo único que intentaba hacer en ocasiones que me ponían a prueba era resistir, resistir a una comportamiento que yo consideraba intrínseco a mi persona. Ahora, a partir de familiarizarme con Bruce Lee, me doy cuenta que debo confrontar los momentos en donde siento que la impaciencia se apropia de mi. Me enfoco, de primer impacto, ahora, en mi concentración. Intento visualizar qué parte de mi cuerpo se ha tensado he intento mandar mi respiración a esa zona de mi cuerpo. El ejercicio me debe tomar un par de segundos. Suficiente para haber mandado mi energía a otro lado - a mi cuerpo y no a mi impaciencia - que solía ser manifestada hacia otras personas. Parecería una solución obvia pero me ha tomado tiempo y esfuerzo llegar a ella. Ya no pienso en intentar ser paciente o en evitar ser impaciente. Ahora me concentro. Y aunque suene contradictorio, encuentro al estar concentrado un estado de relajación. Mi mente y cuerpo se enfocan y dejan pasar la situación incómoda.

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aprendiendo a jugar - aprendiendo de los Eames

March 24, 2024

Supongo que todos hemos escuchado del sueño Americano pero dudo muchos de nosotros haya llegado a verlo. Pero me imagino que ha habido unos cuantos, seguro muy pocos, ya que se requeriría de una imaginación desbordada y de una esperanza inquebrantable, que han vivido el sueño Americano como si fuera una realidad. Entre esos poco me imagino que uno debe incluir a Charles y Ray Eames. No me imagino que ni Hollywood ni Disneylandia tuvieran la capacidad de inventar a una pareja tan idónea como los Eames. Su optimismo casi ciego y su productividad incansable los hacen en mi mente el símbolo más tangible - ya que la encarnación misma es por definición imposible - del sueño Americano.

Pero seria un error pensar en ellos como una manifestación del sueño Americano aislado. Digamos que tuvo que existir todo una maquinaria para generar un holograma de lo que ellos mismos representaban para convertir su imagen en tan cercanamente real de lo que el sueño parece ser. Permítanme poner un par de eventos en contexto. Charles y Ray Eames comenzaron sus estudios e iniciaron sus profesiones en la década de los treinta. Para finales de los cuarenta, tenian detrás de ellos suficiente experiencia profesional para poder aprovechar la ola productiva que surgió en la post-guerra Americana. Una nación entera se veía envuelta en un aire de optimismo. La ilusión de que se había derrotado contundentemente al mal, dejando espacio para una nueva noción de lo que el bien podía ser se respiraba en la victoria facilitada por los Estadunidenses. Estados Unidos se imaginaba a si mismo como la mejor versión de si mismo, y para alcanzar esa versión imaginada se necesitaba de gente visionaria. Ahí entran los Eames. Charles, un adulto que parecía haber rescatado de su propia infancia el entusiasmo y la aproximación practica de un Boy Scout al confrontar cualquier problema se veía mezclado con la sensibilidad material de una mujer que parecía haber ejercido cada uno de los oficios artesanales imaginables. Juntos generaban una dicotomía envidiable; Él proyectando con la funcionalidad de un ingeniero mientras ella aproximaba la materia con la seguridad de un artesano experimentado. Pero eso no era lo único que los hacia únicos. Ellos parecían ver a lo que al resto de la gente le pasaba desapercibido y encontrar fascinante lo que a muchos les parecería ordinario. Nuevamente permítanme poner las cosas en contexto. De las tantas imágenes que les pueden venir a la mente de la pareja de diseñadores, que seguro no son pocas ya que pocos personajes han pasado a la historia tan arduamente documentados por los medios o por ellos mismos como los Eames, me gustaría que recordaran la imagen en donde Charles y Ray Eames se encuentran acostados con los brazos extendidos y las piernas entre abiertas sobre una superficie blanca. Lo interesante de la imagen es que la fotografía ha sido tomada desde arriba de ellos, haciéndolos parecer suspendidos sobre la superficie de una pared. Han aprovechado la imagen para promover uno de los tantos productos de diseño industrial que diseñaron y produjeron - en este caso bases de metal que servirían como soporte para las sillas DCM. De cierta manera, la ligereza de las bases metálicas dan la impresión de estar rodeando sus cuerpos más que encasillándolos. Pero no sea mi propia imaginación idealista que me hace pensar en otra lectura de esa misma imagen. A mi parecer, la pareja parece estar en la clásica posición que uno toma cuando se encuentra acostado sobre la nieve y mueve sus brazos y piernas para no solo dejar el trazo del cuerpo en la suave superficie sino para tener, por un instante, la ilusión de que nuestro movimiento esta tomando vuelo. Mi lectura les puede sonar exagerada. Ellos no se están moviendo. Pero !fíjense en la muñeca izquierda de Charles! Ella ya inicia ligeramente a inclinarse hacia abajo, dando la más mínima indicación de querer iniciar a bajar y subir los brazos. !Noten la forma extendida de la falda obscura de Ray! Ya ocupa el espacio que las piernas ocuparan una vez abiertas a su máxima extensión. Y aun así, si mi lectura de la imagen llegara a parecer viable, se preguntaran ¿qué implicaciones tiene con la ilusión del sueño Americano? Mi teoría, si es que se le puede llamar así a una lectura libre de una de las tantas imágenes de la pareja multifacética, es que en ella se capta la capacidad de ver lo imperceptible y de disfrutar de lo cotidiano que anteriormente mencionaba era una de las características que los hace una pareja extraordinaria. Para los Eames, en esta foto, y diría yo en toda su carrera profesional, no parece haber necesidad de contar con nieve para jugar a volar sobre la nieve. Lo único que se necesita es realmente creértela. Ellos mismos lo decían: “hay que jugar con toda seriedad”. Eso es: hay que jugar como si no fuera tan sólo un juego ó lo que sería lo mismo pero dicho de manera opuesta: aproximar absolutamente todo con la soltura con el que se juega.

Cuando viajo, tengo una obsesión por buscar casas en donde mi imagino me gustaría vivir si viviera en el lugar que estoy visitando. Supongo que es una manera de intentar sentirme en casa mientras viajo, y suelo preguntarme: ¿cómo sería mi vida si viviera ahí? ¿Cuales serían mis actividades, mis hábitos y mis rituales si viviera en esa o en esa otra casa? Es extraño como voy escogiendo estas casas. No es un estilo en particular lo que me llama la atención. Tan sólo un detalle puede invocar mi imaginación. Un camino empedrado que parece desaparecer entre plantas podría hacer el truco. Un muro de hiedra con una puerta diminuta es suficiente para imaginarme que atrás de ella hay un jardín encantado. A veces es tan sólo un fragmento visto desde una ventana que me atrae. Un muro repleto de libros con un sillón cómodo y una luz cálida me parece un lugar en el que podría pasar horas. Un piano en una esquina de un cuarto podría se el inicio de mi casa de mis sueños. La mayoría de las casas que voy escogiendo como lugares en donde me gustaría vivir resultan ser casas anónimas, casas que me topo de manera accidental mientras voy explorando un sitio. De vez en cuando, la casa que más me llama la atención resulta ser una casa conocida, no por mi particularmente, sino una casa que me resulta familiar porque resulta ser una casa famosa. Parecería obvio que una casa famosa resulte ser una de esas casas en las que me gustaría vivir, pero en mi experiencia las casas-museos me resultan un poco fantasmagóricas. En ellas se intenta congelar el tiempo y el espacio para que uno pueda “ver” cómo fue que tal personaje que habitó ahí vivía. El resultado es, usualmente, una casa que parece montada. Las cosas están como estaban cuando la casa se habitaba, pero la palpitación que solamente el habitar puede proporcionar está ausente. Al visitar una casa famosa, uno ya trae consigo una noción de cómo es la casa, uno llega a ella con una pre-concepción provocada por las múltiples fotos que uno ya ha visto publicadas de dicha casa. Con ello, a mi parecer, toma una casa muy especial para que, a pesar de todas las imágenes que uno carga consigo al visitarla, la casa no deje de ser una sorpresa. Si la casa de los Eames no toma el primer lugar de las casas que mas me han sorprendido - esa distinción la obtuvo la Casa Schindler en Santa Monica, Los Angeles - sin duda la casa de los Eames situada en Pacific Palisades, Los Angeles sí se me ha hecho la casa-museo que más intima me pareció. Eso no es fácil considerando que cuando uno visita la casa uno esta limitado a caminar tan sólo en el jardín. Uno solo puede asomarse por las múltiples ventanas transparentes que hacen de la casa de los Eames una casa que parece extremadamente espaciosa. Uno sospecharía que asomarse a través de un cristal al interior de la casa, que resulta estar saturada de los objetos que tanto le gustaba a la pareja de diseñadores ir coleccionando, pudiera generar un sentido de intimidad. Pero tienen que considerar que cada espacio esta lleno de objetos únicos, donde cada objeto parece contener una historia de un viaje que la pareja hizo, de un mercado que ellos visitaron o incluso de un artesano que quizá los Eames no solo llegaron a conocer sino que quizá hasta llegaron a asesorarlo o vice-versa. La selección de objetos resulta una mezcla exótica. Un tapete persa convive con una mascara Africana que a su vez se encuentra al lado de un juguete artesanal de algún mercado de Latino America. Una lampara de Noguchi puede estar suspendida arriba del ya icónico Chaise Lounge de los mismos Eames al mismo tiempo que una mesa de madera de un artesano anónimo sostiene una cerámica de alguna dinastía Japonesa. Pero el encanto más cautivo de la casa me resulta su relación con el paisaje. La persona que me recibió durante mi visita me informa que el mismo jardinero que cuidó el jardín mientras la pareja vivía ahí sigue trabajando para la fundación y se sigue encargando de mantenerlo. Al caminar entre los pequeños patios que dividen los volúmenes funcionalistas uno percibe que tan sólo ayer pudieron estar Charles y Ray Eames sentados en la silla de plástico que ellos mismos diseñaron y que ahora tiene un par de hojas secas que uno duda en quitar antes de sentarse ahí. Las macetas de barro contienen esa textura de moho que solo se puede adquirir con el paso del tiempo. Las plantas tienen una vitalidad que solamente se puede obtener una vez que se sienten cómodas en el lugar. Nada parece haber sido montado, simplemente todo parece seguir cuidándose con el mismo cariño que me imagino los Eames lo hacían. Así, la casa de los Eames se vuelve el lugar en el que más me gustaría vivir. Por supuesto que lo digo de manera literal. No me molestaría vivir ahí mismo. Pero también lo digo en un sentido metafórico. Me encantaría vivir en lugar donde cada objeto cuenta una historia, en donde objetos de diseñadores reconocidos se mezclan con objetos de artesanos anónimos; Me encantaría vivir en una casa espaciosa, en donde el jardín se aprecia desde cualquier punto de la casa. Me gustaría vivir en una casa en donde la huella de mi habitar ha quedado marcada; Me gustaría vivir en una casa en la que la gente que la visita sienta que un sentido de intimidad habita la casa.

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aprendiendo disciplina - aprendiendo de On Kawara

March 23, 2024

On Kawara es un artista disciplinado. On Kawara es una persona de hábitos. Y su principal hábito es documentar el paso del tiempo. Eso no quiere decir que él intente atrapar el tiempo, más bien, el ejercita el tiempo. El tiempo pasa le ponga On Kawara atención o no. Pero afortunadamente, On Kawara le pone toda su atención. Pero insisto, su intención no es atrapar el tiempo, sino ejercitarlo. Y para ello, él trabaja en series, ejercicios diarios que va repitiendo día con día para notar – anotar – el paso del tiempo. On Kawara anota su vida. Así, va conformando una serie de carpetas. Cada carpeta se enfoca a un aspecto cotidiano de su vida. Cada libreta, lo cual quiere decir cada serie cuya sumas van conformando su proyecto de vida, comienza con la palabra “yo”. Eso nos deja claro que es On Kawara quien esta llevando a cabo cada una de estas actividades. Esto me hace pensar que On Kawara requiere de (a)notar su vida para sentirse vivo. El registro de su vida se vuelve su vida. Así, cada uno de sus documentos se vuelven una evidencia de su existencia. On Kawara se siente vivo en cuanto deja huella de su existencia.

Cada serie, cada “yo …” surge a partir de una acción cotidiana. Por un periodo de su vida On Kawara traza sobre un mapa en blanco y negro de la ciudad en la que se encuentra el recorrido que ha llevado a cabo ese día, dando como resultado la carpeta yo fui – una serie de mapas con líneas rojas que muestran dónde estuvo On Kawara. En otro periodo de su vida, cada día, On Kawara le manda a sus amigos una postal con tan sólo la siguiente información sobre su vida: la hora en la que se despertó. Yo me desperté es una carpeta llena de postales con el mismo sello – I got up at … La única diferencia entre ellas es la aclaración precisa de la hora en la que On Kawara se despertó. En otro periodo de su vida, todos los días conformaba una lista de la gente que conoció ese día. La carpeta de I met se conforma de una serie de listas que va mostrando que tan social On Kawara fue cada día. Pero quizá su trabajo más consistente, es ese en el que se desprende del “yo”, para conformar una serie de cuadros con la fecha en la que fueron pintados – Date Paintings. Estos cuadros, ya terminados, son de una sencillez contundente, un fondo negro hace notar la fecha escrita en sanserif color blanco– JAN.4.1966 – pero un debe mantener en mente todo el trabajo que tomó llegar a dicha sencillez. Cada día, On Kawara, comenzaba la pintura conformando capa por capa, el negro particular del fondo, que no se genera con pintura negra, sino que se va conformando por cuatro capas de diferentes colores. Después, cuidadosamente traza el contorno de la fecha especifica en lápiz para finalmente consolidarla con varias capas de pintura blanca. Si el cuadro del día especifico no ha sido terminado al llegar la media noche, dicho cuadro es destruido. Para On Kawara, no es viable pintar un cuadro de un día en un día que ya no le pertenece.

De On Kawara he aprendido la verdad detrás de la frase popularizada por la cantante Dinah Washington: What a difference a day makes… Un día hace toda la diferencia, pero hay que hacer la diferencia del día. Para ello, On Kawara hace lo mismo día con día, para notar lo que distingue sutilmente un día del otro. De On Kawara he aprendido que la disciplina se va reforzando día con día. Y que la disciplina le otorga a la vida un factor de consistencia que puede llegar a ser inspiradora pero por ello mismo también puede ser dolorosa. Ser consistente requiere de un enorme esfuerzo. Por ello que él prefiere destruir un cuadro si no fue terminado en el día asignado. No se puede ser medio disciplinado. Ser disciplinado exige un compromiso profundo con uno mismo. De On Kawara he aprendido que dicho compromiso le otorga a la existencia un sentido; I am alive le escribe On Kawara a sus amigos. Estoy vivo – mi trabajo, anotando mi vida, es prueba de ello.

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aprendiendo a aprender - aprendiendo de John Hejduk

March 21, 2024

Supongo que en toda universidad se cuentan leyendas sobre la gente extraordinaria que estudió o dio clases previamente ahí como una manera de otorgarle al lugar una aura de prestigio. La reputación de dichas personas se convierte en una presencia fantasmal que ronda por los pasillos. Supongo que es a eso a lo que se refieren cuando hablan de un legado: una persona ha dejado una expectativa implícita para toda aquella persona que sigue su camino si no es que sus pasos.

En la Universidad de Texas en Austin, donde yo estudié, se hablaba de los Texas Rangers. En mi mente el nombre me hacia pensar en los militantes voluntarios que tanto veía en la televisión cuya tarea, auto dispuesta por un patriotismo radical, era establecer un supuesto orden a la migración entre el borde de México y los Estados Unidos. Pero cuando se hablaba de losTexas Rangers en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Texas se estaba hablando de otro tipo de radicales. Se hablada de unos vanguardistas en la educación de la arquitectura. Los Texas Rangers fueron un grupo seleccionado de profesores que re-inventaron el programa educativo de la Universidad de Texas durante la década de los cincuenta. Y a pesar de haber estado tan sólo un par de años presentes en su propio experimento, su legado permanece. Aunque el grupo lo conformaban varios artistas, arquitectos e historiadores, de los que más anécdotas se llegaban a escuchar, principalmente de boca de Charles Moore, era sobre Colin Rowe, Robert Slutzky y de John Hejduk. Mi curiosidad me llevó a buscar el trabajo de cada uno de ellos, pero de ninguno me vi hipnotizado como con el personaje mítico de John Hejduk.

Los rumores sobre él era que hacía dibujos más bellos que edificios, que gesticulaba exageradamente cuando algo lo emocionaba y que era él quien había inventado el ejercicio de nueve cuadros que nos habían puesto al iniciar la carrera. El ejercicio no tenia un programa o un sitio en particular. Su intención era simplemente investigar las posibilidades espaciales dentro de parámetros aparentemente restrictivos. La noción de encontrar la creatividad en la restricción fue el factor principal de atracción. Busqué todo lo que pude encontrar de él. Y entre lo que me pareció poco material para toda una leyenda me topé con el libro de An Education of an Architect que mostraba el trabajo estudiantil producido durante su posición como decano de la escuela de arquitectura de Cooper Union en Nueva York.

El libro estaba repleto de dibujos enigmáticos hechos a lápiz, dibujos aparentemente sucios que contenían la huella misma del proceso. Aparentemente, me fui enterando conforme iba leyendo más sobre el trabajo en Cooper Union, se tenia prohibido que los alumnos borraran cualquier linea. Si se tenía que hacer “correcciones” se dibujaba encima del mismo dibujo, en ocasiones sobre el mismo papel pero usualmente en un trozo de papel sobrepuesto en la zona a re-dibujar. Como resultado, se obtenían dibujos arqueológicos que mostraban las capas de “correcciones”. Los títulos de los proyectos era otro enigma: House for a Retired Quarryman, Twin Houses for a Single Resident, House for a Geologist above a Gold Mine eran algunos de ellos. Aquí estaba un profesor de arquitectura que hacia leer a Kafka y a Borges a sus alumnos como punto de partida para un programa arquitectónico ya que consideraba que la arquitectura era de cierta manera una narrativa espacial. Lo siguiente que encontré de él fueron sus poemas, cargados de imágenes mitológicas. Obras construidas tenia muy pocas. La casa muro, con un esquema que a primera vista muestra una rigidez abrumante pero que con un poco de paciencia y otro tanto de imaginación fui descubriendo estaba cargada de humor. Un eje central generaba la circulación entre lo publico y lo privado. De dicho eje surgían apéndices, órganos espaciales que hacían la casa habitable. El esquema me sigue pareciendo torpe. Y aun así me sigue fascinando de la misma manera que el cuerpo humano me parece extraordinario. A primera vista parece un poco caprichoso y otro poco torpe, pero cuando lo vemos funcionar no podemos negar su complejidad.

Me voy dando cuenta conforme voy avanzando que escribir sobre John Hejduk no es como escribir sobre las otras personas de las que he escrito. Con las otras personas que consideró han tenido una influencia, la influencia surge a partir de mi deseo de hacer las cosas que ellos han hecho, de trabajar con la visión con la que ellos han trabajado. Con John Hejduk es diferente. No es que yo desee ser decano de Cooper Union, (aunque no me negaría si me lo ofrecen), ni me interesa que se escuchen rumores de cómo gesticuló cuando estoy discutiendo sobre el proyecto de un alumno. Permítanme intentar ser lo más claro posible sobre un aspecto que me parece intangible. Presiento que lo que me atrae de John Hejduk es su presencia misma. Me imagino mostrándole mis proyectos. Me imagino hacia donde se podría desviar la conversación - secuencias cinematecas, ambientes literarios, trucos ópticos. Me imagino conversando sobre todo tipo de pasiones tangentes a la arquitectura sin tener que hablar de arquitectura. Y ahí mi fascinación con él, con su visión tan amplia e inclusiva de la arquitectura. No tendríamos que resultar ser unos arquitectos intensos para hablar de los aspectos esenciales de la arquitectura, simplemente tendríamos que hablar apasionadamente de la vida.

Aquí un breve texto escrito por él:

During a certain season in Texas, at dusk, some tree trunks seem to be phosphorescent… they give off a dull, blazing light. Upon close scrutiny it is found that the trunk of the tree is completely covered with discarded shells which were the outer body of certain insects. The startling fact is that the shell is intact; the form exactly as it was when its original inhabitant was inside, with one difference. The inside has left, leaving the outer form which looks like an x-ray, producing the luminous effect. Suddenly we hear the chorus of sound coming from the dark leaves above. It is the sound of the insects hidden in the tree in their new metaphysical form. What is strange about the phenomenon is that we can see the insects’ shell forms clinging from the tree, empty shells, a form that life has abandoned. While we fix our eyes in these apparitions, we hear the sound of the insect in its new form hidden in the trees. We can hear it but cannot see it. In a way, the sound we hear is a soul sound.

Así habla John Hejduk sobre, o tangencialmente del conocimiento, del aprendizaje y de la transformación que se produce a partir de ello. Hejduk nos hace saber que el conocimiento que ocurre en la escuela de arquitectura no es necesariamente visible, pero si escuchamos atentamente a la manera en que nuestros alumnos comienzan a expresarse de su contorno notaremos que ya no son los mismos alumnos con los que nos enfrentamos el primer día de clases. Podría parecer que son los mismos, sus cuerpos no han cambiado tanto, quizá se ven un poco más agotados, menos nutridos por todo el trabajo que han puesto en su proyecto, pero lo importante no esta en el resultado de su proyecto como objeto arquitectónico, sino en las reverberaciones que el proyecto produce, el inicio de un eco de intereses que comienzan a invadir a el alumno, y que sin darse cuenta, pronto lo ocuparan por el resto de su vida. Ese es el sonido de la pasión. Ese es el sonido de el ser humano involucrado inconscientemente con su propio proceso de descubrimiento.

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introducción a los aprendizajes imaginarios

March 18, 2024

Después de veinte años de dar clases, hay una cosa que he aprendido de manera contundente: no es fácil enseñar. Toma más que simplemente mostrar. Enseñar debe ser una provocación. Te muestro tan sólo para que descubras por ti mismo tanto más. Hay que dar claves, insinuar caminos o provocar miradas. Pero la mayor exigencia del aprendizaje reside en que debe ser transformada en una experiencia personal. El aprendizaje no se absorbe, se experimenta. La lección reside en probar el aprendizaje uno mismo. Supongo que es como alimentarse. Es posible que yo, como profesor, haya dado los ingredientes para cocinar, inclusive podría llegar hasta preparar en su totalidad la comida, pero el probar, masticar, tragar, digerir y hasta el desechar lo tiene que llevar a cabo cada estudiante por su cuenta. Y no siempre es un proceso automático que nuestro cuerpo lleva a cabo. Es necesario saber qué tanto hay que masticar ciertas cosas; es necesario ir reconociendo cuánto tiempo tarda cada uno en digerir cierto material y, quizá más importante, es necesario saber cómo cada uno transforma lo digerido. Puede sonar burdo, pero el acto de desechar conocimiento es ya en si un acto de producir conocimiento. Las vacas regurgitan el pasto. Nosotros, de cierta manera, procesamos conocimiento, lo rumiamos con nuestro cuerpo y con nuestra mente, y después lo devolvemos, sacándolo de nosotros mismos transformado en algo más. Hacemos del conocimiento que absorbemos una propuesta o una idea personal. De esa manera, esta intrínsecamente ligado el enseñar con el aprender. Aprendo en cuanto enseño y enseño en cuanto aprendo. Es un intercambio que ocurre, independientemente del público, entre uno mismo con uno mismo.

En mis clases, a parte de los ejercicios en serie que les pido ejecutar a mis alumnos basados en la manera en que artistas, cineastas, escritores, fotógrafos, y otros arquitectos han explorado el espacio, he decidido compartir con ellos, todos los días, un personaje de quien yo he aprendido algo de ellos.

El truco de hablar sobre estos personajes es que en ningún caso llegué a conocer a ninguna de ellos. Mi aprendizaje ha sido a distancia y por consecuencia ha sido un aprendizaje imaginario. Me he imaginado conversaciones con estos personajes. Me he imaginado instrucciones que ellos me han dado para aprender a ver a través de sus ojos o de dibujar a través de sus manos. No me cabe la menor duda de que en ocasiones he mal entendido sus lecciones imaginarias. Estoy seguro que si, los que están muertos, pudieran ver lo que he hecho basándome en su trabajo algunos se sentirían ofendidos. Otros no verían relación alguna. Algunos de ellos siguen vivos, pero no me atrevo a intentar contactarlos. Su influencia en mi, en mi trabajo, ya opera con contundencia a distancia. Conocerlos me parecería abrumante. Siento que la distancia me permite despreocuparme de su opinión. La distancia me da espacio para (mal)interpretar su trabajo. La distancia me permite hacer de su trabajo una semilla para mi trabajo. El resultado no les pertenece, por mucho que se haya basado en ellos. De ahí que he aprendido de ellos, en cuanto que he hecho de su conocimiento algo mas. He transformado su conocimiento en mis propias experiencias. Eso para mi es aprender. Y a mi parecer, he aprendido mucho de ellos.

Este blog se conforma por una serie de ensayos que intentan enunciar todo lo que he aprendido. Se lo dedico a todos estos personajes que me han inspirado a distancia y a todos los alumnos que han estado de manera cercana en mi clase. Espero, de la manera más humilde, que algo de lo que yo haya dicho o hecho en clase los haya inspirado lo suficiente para que lo tomen y lo hagan suyo, inclusive si a mis ojos les parece que hayan (mal)interpretarlo la lección.

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